La ludopatía comienza a instalarse, cada vez con más fuerza, como tema de conversación en la agenda social. Es cierto, todavía bastante menos en los medios de comunicación hegemónicos, y peor aún, no como un fenómeno problemático, sino invitando o incitando a apostar en varios programas de contenidos audiovisuales por streaming, los dedicados al fútbol especialmente, ya que varias de estas empresas de apuestas son patrocinantes de estos canales.
Antes de continuar, una aclaración: trataré de decir apostar en lugar de jugar. La apuesta va de la mano del juego pero no es constitutiva de él. No se puede apostar si no hay "juego", pero se puede jugar sin apostar: esa es una diferencia capital, lo que hace a la pureza del espíritu del juego.
Jugar es otra cosa, de la forma que sea, el deporte practicado en un modo amateur (es importante señalar que el deporte en su carácter profesional lo lúdico fue cediendo cada vez más su lugar, volveré sobre este punto), una competencia, una prenda, un desafío: tratar de adivinar cuál de las dos gotas de una lluvia que se deslizan por la ventana de un vidrio caerá primero, no deja de ser un juego.
Se ha escrito bastante sobre el tema de juego. Desde las ciencias sociales, el historiador neerlandés Johan Huizinga escribió un libro meticuloso y extenso en el cual nos ofrece no solo una definición detallada, minuciosa, una descripción pormenorizada que va desde sus cualidades y características hasta su etimología en distintas lenguas. El libro en cuestión se titula Homo ludens y se publicó en 1938. Al comienzo de su trabajo nos dice que al juego no se lo puede definir como una actividad más de la cultura sino algo mucho mayor: es constitutiva de la condición humana, pero no exclusiva. También forma parte de la naturaleza animal:
"Los animales no han esperado a que el hombre les enseñara a jugar. Con toda seguridad podemos decir que la civilización humana no ha añadido ninguna característica esencial al concepto de juego. Los animales juegan, lo mismo que los hombres. Todos los rasgos fundamentales del juego se hallan presentes en el de los animales. Basta con ver jugar a unos perritos para percibir esos rasgos. Parecen invitarse mutuamente con una especie de actitudes y gestos ceremoniosos. Cumplen con la regla de que no hay que morder la oreja al compañero. Aparentan como si estuvieran terriblemente enfadados. Y, lo más importante, parecen gozar muchísimo con todo esto (...)
(...) Podemos ya señalar un punto muy importante: el juego en sus formas más sencillas y dentro de la vida animal, es ya algo más que un fenómeno meramente fisiológico. El juego traspasa los límites de la biología: es una función llena de sentido. Todo juego significa algo".
En ese libro, Huizinga también tratará de demostrar que el juego auténtico, en su dimensión pura, está enlazado de manera estrecha con la belleza.
"La cualidad de «ser bello» no es inherente al juego como tal, pero este propende a hacer acompañar de toda clase de elementos de belleza. Ya en las formas más primitivas del juego se engarzan, desde un principio, la alegría y la gracia. La belleza del cuerpo humano en movimiento encuentra su expresión más bella en el juego. En sus formas más desarrolladas este se halla impregnado de ritmo y armonía, que son los dones más nobles de la facultad de percepción estética con que el hombre está agraciado. Múltiples y estrechos vínculos enlazan el juego a la belleza".
Esta belleza tiene que ver con el aspecto emancipatorio y superador del cuerpo, e incluyen distintos factores como puede ser una alimentación sana y adecuada, un buen descanso, y sobre todo, la expresión armónica del movimiento.
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La literatura también nos dio textos para pensar en la ludopatía. La primera referencia es inevitable: la novela de Fiódor Dostoievski "El jugador". Corría el año 1866 y el escritor ruso atravesaba una situación económica desesperante.
Como si fuera una vuelta más de la bolilla blanca en la ruleta después de escuchar el "no va más", firmó un contrato con un editor en julio de 1865 en el que se comprometía a entregar una novela para noviembre de ese año, o sea, el plazo era de cinco meses. En caso de no cumplir con lo pactado, perdía los derechos de todos sus libros publicados hasta ese momento y también debía devolver el anticipo que había recibido cuando firmó el contrato.
Poco tiempo antes había firmado un contrato con otro editor por una novela que iba a ser tal vez la más leída del autor moscovita, la que dio vida a Rodión Raskólnikov: estamos hablando de Crimen y castigo ¿Qué fue lo llevó a Dostoievski a ponerse bajo tanta presión? Las deudas siderales que había contraído.
El tiempo pasaba, transcurría, volaba. Precisó armarse de un método: por la mañana escribiría Crimen y castigo; por la tarde, El jugador. Sin embargo, por más dedicación que le pusiera, el tiempo no le alcanzaba. Entonces, decidió contratar a Anna Grigórievna Snítkina para mecanografiar sus novelas. La historia que sigue es un poco más conocida. Dostoievski entregó a tiempo El jugador (la escribió en tan solo tres semanas, Anna Grigórievna se convertiría en su esposa y madre de sus hijos cuatro hijos: Sonia, Liubov, Fiódor y Alekséi.
Los problemas en la vida de Dostoievski y su familia prosiguieron: el asedio de los acreedores, la convulsión en el mundo de las ideas políticas, las enfermedades como el asma y la epilepsia, cambiaban de ciudades y de países de residencia. Y su literatura, afortunadamente, también continuó. El idiota, Los demonios, entre otras más y su última novela, una de las obras maestras de la literatura universal, que originalmente iba a ser publicada en dos partes y finalmente quedó la primera, la única: Los hermanos Karamázov.
Para leer más sobre el encuentro entre Dostoievski y Anna, por Daniel Gigena
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Los casinos "analógicos", el barco flotante de Puerto Madero, el casino de Mar del Plata, los hipódromos, los bingos en innumerables ciudades de todo el país con sus máquinas electrónicas, son algunos de los lugares más reconocidos donde se apuesta, de modo legal. Pero los espacios de la ludopatía trascendieron y también fueron alcanzados por el desarrollo tecnológico: proliferan y ganan espacio cada vez más en los soportes digitales. No cuesta casi nada descargar una app en la computadora o en el celular.
Pero todo mundo formal tiene su contracara. Hay "casas" de apuestas clandestinas donde los requisitos solicitados casi son inexistentes, tan flexibles que habilitan la trampa: cualquier persona puede apostar, basta con sumarse a un grupo de whatsapp para participar de las apuestas, que si bien son clandestinas, no dejar de mover sumas cuantiosas de dinero.
En estos tiempos, la "estrella" del mundo de las apuestas son las deportivas. Una observación: su exhibición y mostración se vuelve ostentación. Lejos está de sentirse vergonzante; no necesita estar en las sombras, no se ocultan, no hay "secreto". Están por todos lados. Basta con mirar los sponsor de varias de las camisetas más importantes de fútbol argentino y del resto del mundo para ver su altísima visibilidad.
Dos consecuencias. La primera. Los problemas que está causando en adolescentes (por supuesto, que atraviesa a todas las franjas etarias, pero esta tenía una menor incidencia en las apuestas de las "juegos" clásicos como la ruleta). La explosión de las apuestas con el deporte: ya no se "juega" a quién ganará, o por cuánto, sino hasta variables más complejas: ¿Quién será expulsado? ¿Cuántos tiros de esquina tendrá x equipo en el primer tiempo? ¿Qué equipo sacará el primer lateral? Las variantes y después las combinaciones son tantas que exasperan. Pero el efecto a quiénes apuestan es otro: seducen.
La segunda. Al principio de este texto decía que jugar era otra cosa, de la forma que sea, y que el deporte en su dimensión amateur estaba dentro de él. Con lo que escribió en 1938 pienso que si Huizinga viviera en nuestra contemporaneidad y observara el desarrollo que tuvo el deporte profesional en todo el mundo, especialmente en los que generan mayor audiencia y convocatoria, estaría aterrado con todo lo que está sucede alrededor del juego. Sólo el fútbol y el tenis nos han dado muchísimos escándalos en estas últimas tres décadas.
A fines de la primera mitad del siglo pasado Huizinga decía lo siguiente:
"El desarrollo del deporte, a partir del último cuarto del siglo XIX, nos indica que el juego se concibe cada vez más con mayor seriedad. las reglas se hacen más rigurosas y se elaboran más al detalle. Las performances son cada vez más altas. Con esta creciente sistematización y disciplina del juego se pierde, a la larga, algo de su puro contenido lúdico. Este se manifiesta en la distinción de los jugadores profesionales y aficionados.
La perfección con que la moderna técnica social incrementa el efecto exterior de las demostraciones de masas, no consigue por ello que ni las olimpíadas ni los campeonatos internaciones, que gozan de tan buena propaganda, se conviertan en una actividad creadora de cultura.
Esta concepción se opone directamente a la opinión corriente según la cual el deporte representaría en nuestra cultura el elemento lúdico en su grado máximo. El juego se ha hecho demasiado serio, y el estado de ánimo propio del juego ha desaparecido más o menos de él".
La ludopatía no es la exacerbación del juego, sino su descomposición. El juego es el agente motorizador de su trastorno, de la compulsión, del in crescendo del vértigo hasta la pérdida de control, la pérdida de la capacidad de discernimiento sobre las consecuencias que van desde las pérdidas materiales y luego, por supuesto, las afectivas.
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Escrita en once meses y publicada a fines de 1964, la primera novela editada que conocemos de Juan José Saer. Responso cuenta la historia de Barrios, un dirigente del sindicato de prensa que es despojado de su cargo de modo humillante en 1955. A partir de ese momento su vida comienza a caer como en una pendiente. Concepción, su mujer lo deja. Barrios deambula de pensión en pensión, cae en el alcoholismo y se vuelve un jugador compulsivo. Lo poco que tiene lo pierde, pero la caída hacia lo profundo no se detiene: va a perder mucho más. Años después, tras una visita a la nueva casa de su exmujer, Barrios siente nostalgia por la vida que no tuvo y vergüenza por su presente. Pero la mujer que ama le quiere dar una nueva oportunidad, para retomar la vida juntos, es esa nueva casa que él no pudo, vivir con ella en un hogar.
Es una breve historia (el tiempo del relato comprende no más de seis horas) pero densa, donde se evidencia con furor la angustia y la precariedad de la existencia. Es también la novela de la mentira. Porque para los jugadores, los apostadores compulsivos, primero el ocultamiento y luego la mentira, son dos de los rasgos que se van acentuando a medida que la patología avanza.
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En octubre de 2022, Sol Montero, socióloga, investigadora y doctora en Letras, especializada en discurso político, nos sorprende gratamente con La verdad de una noche, su primera novela.
Esta obra de casi 160 páginas está escrita en primera persona, su prosa es fluida y sus descripciones precisas, demostrando además, un dominio notable de la intertextualidad, tanto entre géneros como en autores (con Cicatrices de Saer, con El jugador de Dostoievski, Antoine Gombaud, Georges Bataille).
La historia nos cuenta de Ana, una joven investigadora que viaja a Francia para terminar sus tesis doctoral sobre el mundo de las apuestas y los juegos de azar. Sin embargo, pronto descubrimos que la trama va más allá de la investigación académica "Les jeux de hasard et d' argent" y su experiencia en la vida universitaria francesa.
Ana se encuentra en medio de dos vínculos muy fuertes: hacia el pasado, la relación con Charly, su padre, su historia, los recuerdos que empiezan a encajar como las piezas de un rompecabezas caótico y del que nunca se podrá obtener la figura perfecta; y en el presente inmediato, la relación con su novio Gino. Los dos, padre y novio, afectados por la adicción a las apuestas compulsivas.
Prueba de la exquisitez de su capacidad de reflexión sobre el azar nos encontramos con citas como esta:
"La física permite calcular dónde va a estar exactamente ubicado el planeta Saturno dentro de cien mil años, pero no puede predecir en cuál de las treinta y siete casillas de una pequeña ruleta va a caer la bolita. Él lo sabía, todos los saben, y sin embargo..."
A diferencia de las otras novelas que mencionamos como El jugador y Responso la novela de Sol Montero se enfoca en las personas que atraviesan la patología que atraviesan sus seres queridos. La autora santacruceña explora muy bien la vulnerabilidad humana sin regodearse en esos padecimientos.
Por último, vale destacar que La verdad de una noche evita la moralización, optando por una respuesta emancipatoria que muestra que, a veces, la voluntad puede imponerse sobre los fantasmas.
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