jueves, 28 de marzo de 2019

Uno no escribe con ideas, sino con frases

Entrevista a Ariel Luppino, autor de Las brigadas


A fines de 2017 la editorial Club Hem dio a conocer al mundo Las brigadas, la primera novela publicada de Ariel Luppino. ¿Por qué decimos "la primera novela publicada"? Porque ya tiene escritas más de diez. Para este 2019 se espera la segunda, que se llamará Las máquinas orientales. ¿Y por qué decimos "al mundo"? Porque Las brigadas se publicará en Italia también durante este año y, además, ya está en camino la traducción al francés. 

Por Fernando Torres


¿Qué idea le da origen a Las brigadas?

Yo tenía la idea de jugar con que los discursos suban al escenario y representen un papel. Pensé en sombras chinescas. Pensé en un discurso de un acto escolar, donde hay toda una retórica, un lenguaje condicionado por el contexto. Donde hay una forma de enunciación muy acorde al marco en el que se da.


Por eso pensé en el teatrino que tiene que ver con el juego del lenguaje, con los juegos con el sentido, y también, con esos personajes infantiles que resultan aterradores. Porque, muchas veces, hay una violencia en un montón de juegos donde los adultos ejercen una violencia psicológica sobre los chicos al costo de infantilizarse ellos mismos.

Un ejemplo de esto sería el cuento de la buena pipa. Es como si quedaran atrapados en esos juegos del lenguaje; esa cuestión de la repetición genera hartazgo, una sensación de absurdo, pero también hace que las palabras aparezcan desnudas y representando un papel diferente al de la mera comunicación.

No me interesan las novelas que vienen a comunicar algo, prefiero que trasmitan sentido.


¿Esta idea se ancló en alguna experiencia tuya? ¿Podemos hablar de una idea generada a partir de una epifanía? ¿Hay una relación entre la risa y la burla?

No sé si fue tan así. Creo que la clave de lo novelesco estaba dada en la teatralidad de la lengua. De cómo la lengua pueda representar por sí sola un papel y sostenerse al margen de todas las referencias que termina licuando y absorbiendo, resignificando.


¿Cómo fue el proceso de escritura de Las brigadas? 


Yo me río mucho cuando escribo. la escritura de Las brigadas fue muy placentera y vertiginosa. Después de haberla escrito, la volví a leer recién cuando estuvo publicada.



Y respecto al plan inicial de la novela, ¿hubo mucha diferencia entre lo que vos imaginaste y lo que finalmente terminó siendo Las brigadas? ¿Se puede lograr la exactitud entre el plano de lo imaginario y de lo material en relación a esa idea de novela?


Yo creo que la clave de este asunto está en que uno puede llegar a tener una idea pero con la idea solamente no alcanza. Uno no escribe con ideas, sino con frases. Primero una frase, después otra, y así… En algún momento, uno deja de escribir una novela para empezar a escribir otra. Entonces, me parece que ese pasaje es otra forma de la felicidad. Con la lectura, me parece, tendría que ser igual.


El encierro y la opresión que atraviesa al mundo que construiste en Las brigadas, ¿podías, en algún punto, padecerlo? 

Todo ese terror y todo ese condicionamiento está, pero digo, esa atmósfera opresiva es tan interesante como cualquier otra. Hay que aprender a disfrutarla. En la literatura se puede disfrutar. En la vida, uno no puede más que padecer. Pero está claro que la literatura es algo completamente diferente a la vida.



Me encuentro ante varios diálogos de Las brigadas y no puedo dejar de pensar en Los dos payasos, de César Aira, y un poco menos, tal vez, en Esperando a Godot y Fin de partida, de Samuel Beckett. ¿Es posible señalar esta matriz?

Con esta lectura que hacés, acá podría decir que, nuevamente aparece la teatralidad de la espera. Cuando no pasa nada, en realidad, también está pasando algo. Es la imposibilidad total que no pueda estar pasando algo. Siempre hay una aventura, incluso en el caso más extremo de la inacción.



¿Quiénes son los escritores que más te gustan?

Alberto Laiseca y Osvaldo Lamborghini. Si uno toma como referencia a estos escritores uno tiene la obligación, si escribe literatura, de intentar hacer algo diferente. Además son imposibles de copiar (risas). Es como si ellos mismos hubiesen creado los mecanismos de autodefensa para no ser plagiados. Cualquiera que haga el intento va a quedar en un lugar ridículo. Y además son un arma de doble filo.

... Una tentación muy grande en el caso que suscitan César Aira o Juan José Saer.

A Aira uno lo lee, ve sus procedimientos y pareciera creer que copiándolo (al procedimiento), puede escribir una novela como las que escribe él. Pero quienes intentan eso no tienen en cuenta que Aira tiene una poética inasible, que es lo único que importa en la literatura.

Con Saer pasa algo parecido. Me parece que Saer tradujo el nouveau roman al “santafesino”, hay algo del objetivismo del francés, y cuenta el detalle de un detalle, y por momentos parece que cuenta “lo mínimo”, como si jugara con esa idea de Flaubert de contar una novela sobre nada. Y otra vez, me parece que muchos se quedan con esa nada y pierden de vista la poética de Saer.

Y la poética es lo que más importante para definir a un escritor y me parece que en ese sentido Laiseca y Lamborghini no presentan esa tentación, son imposibles de copiarlos. Es muy difícil de ver dónde están. Y en ese sentido pueden ser como una fuente de inspiración, en la medida que son una obligación para hacer algo distinto, algo nuevo.

Pero sí, por supuesto, me interesa la obra de Aira y de Saer.






Para leer una reseña sobre Las brigadas haga click aquí











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