Para aquellos que leyeron otros escritos del autor, no les será extraño encontrar aquí un crimen, un camping, un poeta, un escritor, inmigrantes sin papeles.
La historia está construida a partir de las voces de tres
personajes, que se alternan simultáneamente, a partir de la narración de un crimen acontecido en la ciudad Z.
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Remo Morán: escritor chileno y empresario.
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Gaspar Heredia: poeta mexicano, empleado en un camping.
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Enric Rosquelles: político socialista español,
psicólogo.
Bolaño creador
Sin dudas uno de los grandes logros de Bolaño tiene que ver
con la creación de los personajes, de manera contundente y verosímil.
Personajes con trabajos comunes (o no tanto), comportamientos y sentimientos
entendibles, pero simultáneamente dotados de cualidades extraordinarias y
fabulosas.
“La pista de hielo” tiene algo de novela
policial pero también de novela amorosa. Sólo que lo “amoroso” no está puesto en relación con “lo sublime” o “lo trágico”.
La ilusión de romance de Rosquelles con la patinadora Nuria Martí
(quien tiene una historia amorosa con Remo Morán), que acababa de perder la
beca otorgada por la Federación Española de Patinaje, puede motorizar la
realización de lo-imposible cuanto menos
un disparate, como por ejemplo, construir una pista de hielo, con fondos
municipales, para que su enamorada pueda entrenarse adecuadamente y llegar
preparada.
La mano mágica de Bolaño la encontramos por ejemplo, cuando
es capaz de hacer que uno de sus personajes, una vez encerrado en la cárcel, se
tome todo su tiempo para hacer observaciones y escribir sobre la condición
carcelaria y le propone al jefe penitenciario donde está alojado presentar dicho
trabajo en co-autoría con él y lo más sorprendente de todo, que gane el concurso
“Proyecto carcelario europeo”, patrocinado por la Comunidad Europea.
Bolaño hace queribles a muchos de sus personajes. Y puede lograr
esto no sólo a partir no sólo de buenos conceptos, lindas descripciones sino
también a partir del ensañamiento y de la burla, ya sea por las descripciones
físicas como por sus pensamientos. Aun así, el lector puede
encariñarse con dicho personaje. En la “Pista
de hielo” Bolaño muestra toda su inclemencia con Enric Rosquelles:
“¿Ya he dicho que el
jefe de Lola era Enric Rosquelles? Mientras vivimos juntos pude forjarme una
idea aproximada del sujeto. Repelente. Un pequeño tiranuelo lleno de miedos y
manías, convencido de ser el centro del mundo cuando a lo único que llegaba era
a gordito asqueroso propenso a los pucheros”. (p. 141).
“Todos en Z. sabían
algo, un poco, pero nadie tuvo la suficiente inteligencia como para relacionar
los fragmentos de información en un todo coherente. Engañarlos es más fácil. En
el fondo, creo que a nadie le preocupaba lo que sucedería en el Palacio o con
el dinero. Sí, el dinero les importaba, cómo no les iba a importar, pero no al
grado de hacer horas extras para
investigar su destino. De todas maneras, siempre fui prudente. Ni siquiera
Nuria sabía toda la verdad, a ella le dije que la pista sería de utilidad
pública y se fue todo, no hizo más preguntas, aunque era obvio que durante
aquel verano solo nosotros fuimos al Palacio Benvingut. Claro que Nuria tenía
sus propios problemas y yo eso lo respetaba. Dicen que el amor hace a las
personas generosas. No sé, no sé; a mí sólo me hizo generoso con Nuria, nada
más. Con el resto de las personas me volví desconfiado y egoísta, mezquino,
maligno, tal vez porque era consciente de mi tesoro (de la fuerza inmaculada de
mi tesoro) y lo comparaba con la putrefacción que los envolvía a ellos”. (p.
68).
Como ya anticipamos, Remo Morán es quién tiene una relación sentimental
con Nuria, a quién conoció en una reunión de ecologistas. La patinadora posee
unos encantos de seducción que, difícilmente puedan escapar aquellos que se
fijen en ella:
“La acompañé hasta la calle donde tenía
aparcada su bicicleta de carrera, cromada y refulgente. Antes de montar se hizo
un moño sobre la nuca con una cinta negra y dijo que llamaría por teléfono.
Sólo atiné a asegurar que podía hacerlo cuando quisiera, a cualquier hora del
día o de la noche. Probablemente puse demasiado énfasis. Eso la molestó un poco
y desvió la mirada. Tuve la impresión de que pensaba que iba demasiado rápido.
¿Estás enamorado de mí? No te enamores, parecía querer decirme. Me sentí frágil
y corrido como un adolescente…” (p. 57).
“Una de las
características de Nuria era que aun mucho después de haberse ido, parecía
seguir vibrando de forma tenue en la habitación”. (p. 72).
La lectura en el mundo
Bolaño
En casi todas las novelas de Bolaño, sus personajes leen. Ya
lo saben quiénes leyeron “La literatura nazi en América”, “Los detectives
salvajes” o “2666” por ejemplo. Y en “La
pista de hielo” no será la excepción:
“Ella (Nuria) traía un
bolso deportivo con su traje y sus patines y una botella de agua. También tenía
por costumbre llevar libros de versos, uno diferente cada tres días, que hojeaba
en los descansos, apoyada sobre una de las muchas cajas de material que había
preferido no sacar del galpón para no despertar suspicacias. ¿Quién más conocía
la existencia de la pista?” (p. 67).
La dimensión política
de la novela: los inmigrantes
Gaspar Heredia es un poeta mexicano, indocumentado, que consigue trabajar durante la primavera y el verano en un camping propiedad de Remo
Morán, como vigilante nocturno. Ahí conoce a Carmen, la víctima, y a Caridad,
de quien se enamora.
La cuestión de no poseer papeles de residencia legal no es
un hecho no menor en la literatura de Bolaño. Se sabe lo difícil que es para un
latinoamericano no tener papeles en Europa, mismo en España, cuestión que también
sufrió el autor de “La pista de hielo”.
“Mi situación legal en
España, salvo los primeros meses, era, por decirlo de una forma suave,
desesperada: no tengo permiso de residencia, no tengo permiso de trabajo, vivo
en una especie de purgatorio indefinido a la espera de conseguir dinero
suficiente para ahuecar el ala o pagar un abogado que arregle mis papeles”.
“La senegalesa pensaba trabajar haciendo
faenas en casas particulares, las hermanas volverían al Prat, el peruano
esperaba encontrar trabajo en alguna gestoría o empresa inmobiliaria de Z
apenas tuviera sus papeles en regla, y el Carajillo se pasaría otro invierno
encerrado en la recepción, vigilando el camping vacío. Cuando nos preguntaban
cuáles eran nuestros proyectos no sabíamos qué decir. El plural de la pregunta
nos avergonzaba. Vivir en Barcelona, probablemente, decíamos mirándonos de
reojo. O viajar, o irnos a vivir a Marruecos, o estudiar, o tirar cada uno por
su lado. En el fondo sólo sabíamos que estábamos colgando en el vacío”. (p.
164)
Por último, nada se dirá acá del asesino. Será el lector quien
lo descubra y luego, quién podrá sacar sus conclusiones en relación a todo lo
comentado.
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