
Desde hace un tiempo estoy leyendo literatura que tiene que ver con la ludopatía y el mundo de las apuestas. Pocos días atrás hablé brevemente de Responso, El jugador, y La verdad de una noche, y del ensayo de Johan Huizinga Homo ludens.
Hablaba con Martina sobre esto y de repente me preguntó si había leído a Mircea Cârtárescu. Le dije que las tres novelas de Las bellas extranjeras me gustaron pero no me había deslumbrado ninguna. Ni por la trama ni por las formas o procedimientos. Era un buen libro, una hermosa edición de la bellísima editorial Impedimenta, pero no era de esos que me dejaba pensando mucho tiempo o me generara ganas de recomendarlo.
"¿Pero leíste El ruletista? Ya que estás leyendo sobre azar y juego". No me dijo si el libro era muy bueno, si era breve o extenso. Con su tono de voz, suave, por momentos casi inaudible, agregó: "es sobre la ruleta rusa. No te puedo decir nada más porque si no se pierde la gracia. Y no es por eso del spoiler".
Desde ese mismo momento me quedó dando vueltas en la cabeza el libro. No podía ir a comprarlo en ese instante porque ya eran más de las dos y sabemos que a la madrugada no hay ninguna librería abierta.
Digresión: si hubiera una librería que tuviera horario nocturno, ¿funcionaría? ¿Vendería bien? ¿Habría una comunidad lectora insomnes dispuestos a visitarla, a leer y comprar libros ahí? No lo sé, probablemente no. Si no, ya existiría.
La conversación sobre libros había terminado y prosiguió sobre música barroca y renacentista, géneros sobre los que no sé absolutamente nada. Un concierto de Arcangelo Corelli, la violonchelista neerlandesa Lucia Stwarts y su interpretación de Bach, de la violinista alemana Anne-Sophie Mutter, si es la número uno de la actualidad...
Llegó el lunes y después de terminar la jornada laboral pasé una librería y pregunté por El ruletista. Ezequiel me dijo que no quedaba más, pero que hay una edición cuyo título es Nostalgia (1993), con la impecable traducción de Marian Ochoa de Eribe, que incluía esa historia. Fernando lo fue a buscar y me lo trajo. "Llévalo. Tuyo".
Me senté en el sillón de dos cuerpos de la librería (quizá sea el mejor lugar del mundo para leer que exista), y lo primero que hice después de ponerme los anteojos fue ver en página comenzaba y marcarlo con un señalador de la tienda, uno de fondo blanco con un rectángulo azul en el interior que dice Ref.
Leí brevemente el prólogo y ahí mismo me enteré que el camino de la edición de El ruletista fue a la inversa de mi búsqueda. Primero se había editado dentro de Nostalgia junto a otras historias. Después tomo vuelo propio, y se publicó de manera individual.
Gracias a esta historia Cârtárescu comenzó a trascender las fronteras de Rumania, su país natal, comenzando a tener una notable proyección internacional.
Abrí el libro y fui directamente al índice. Vi que tenía una introducción (sección que siempre leo después de finalizar cada libro que tenga la suya) y vi que El ruletista era la primera historia del libro. Comencé a leerlo (...)
Continuará
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