Y esto ocurre porque día a día, a partir de su calidad literaria y de su capacidad
creativa, va sumando nuevos y numerosos lectores. ¿Su principal estrategia de difusión? Ni más ni menos que el ya
conocido “boca a boca”.
Su obra, inédita e inconseguible durante muchos años, afortunadamente está
disponible casi en su totalidad. Sus títulos más destacados,“La novela luminosa”, “El discurso vacío”,”Diario
de un canalla”, “Dejen todo en mis manos”, “La ciudad”, “El lugar”, “París”,
entre otros, están siendo publicados por Random House Mondadori.
Y no sólo eso… En lo que va del año, al menos tres son los libros
que se publicaron sobre el escritor montevideano: “Un silencio menos” (Mansalva), “La máquina de pensar en Mario” (Eterna Cadencia) y “Conversaciones con Mario Levrero”
(Editorial Conejos). De este último, me ocuparé brevemente.
Es correcta la sentencia de la contratapa cuando se nos dice
que este es un libro necesario. Pero vale
agregar que “Conversaciones…” también
es un libro para disfrutar; tanto para los lectores habituales de Mario Levrero
como también para aquellos que lo están descubriendo.
Compuesto por una larga
serie de entrevistas, a través de “Conversaciones…”
se podrá acceder a los pensamientos del escritor uruguayo: la relación entre literatura
y arte, sus manías, métodos de escritura, cuestiones referidas a la imaginación
y a la invención, el estilo, la técnica.
“Las técnicas son las
que vos usás en cada texto y sirve para ese texto. Si otro las usa, será un imitador
tuyo, de modo que más te vale no estudiar técnicas”.
Nacido en Uruguay, Pablo Silva Olazábal fue alumno del
taller virtual de Levrero y las entrevistas que aparecen en este libro son
producto de los correos electrónicos que se enviaron mutuamente. Como bien dice
Silva Olazábal, “las palabras de Levrero
surgen del contexto de una correspondencia personal: esto quiere decir que el
tono usado por Levrero no es exactamente el de sus pocas apariciones en la
prensa escrita”.
En este libro también podemos conocer los gustos literarios
de Levrero: Kafka, Faulkner, Proust, Calvino, Chandler, Hammett, Onetti, Joyce,
entre otros. Pero también nos dice qué escritores no le gustan ni un poquito (tarea para el lector averiguar quiénes son).
Escribir un texto no implica la finalización del mismo. Luego
viene un proceso, que en muchos casos puede ser arduo y duradero, que es la fase de corrección. Respecto a ella, Levrero nos dice:
“Los textos necesitan
corrección, es cierto. Yo nunca publico nada sin que por lo menos alguien de mi
confianza lo haya leído y me haya señalado lo que le suena mal. Hace unos años,
entusiasmado con la electrónica, corregí una novela eliminando repeticiones
abusivas de ‘qué, ‘de’ y mil cositas más. El texto quedó perfecto. Después se
publicó un fragmento en una revista y cuando lo vi me agarró una terrible depresión.
No era mi texto. No era nada. Era una mamarracho insufrible. Por suerte había
conservado la versión anterior, con una etiqueta que decía ‘para quemar’ (y de
haragán no había quemado nada), y me tomé el trabajo de restituir al texto todo
lo que le había corregido. Y por suerte,
así se publicó. Llena de esas imperfecciones que hace a mi estilo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario