domingo, 15 de marzo de 2020

Acerca del cuento "La geometría de la desesperación", de David James Poissant



En diciembre de 2015, se publicó en Argentina el libro de cuentos de David James Poissant El cielo de los animales, bajo el sello editorial Edhasa. La bellísima traducción de estos relatos estuvo a cargo de Teresa Arijón y de Bárbara Belloc. 

Estos relatos fueron publicados en Estados Unidos en formato libro en 2014, que a su vez fueron recopilados desde distintas publicaciones y revistas. De sus quince cuentos, elegí uno para contarles de qué se trata: "La geometría de la desesperación". 

Digresión: antes de avanzar con esa historia, no quiero dejar de decir que "El hombre lagarto", el que le da el título a este libro "El cielo de los animales", y "La geometría de la desesperación", son los mejores de este libro. 

Hacía mucho tiempo que no leía algo tan bueno, conmovedor y luminoso como este trabajo de Poissant. El cielo de los animales es el primer libro de su carrera literaria.


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Lisa y Richard acaban de perder a su pequeña hija June. June murió de manera inesperada: muerte súbita. La tristeza que hay en este matrimonio es infinita. Ella toma antidepresivos, él no los toma porque considera que se merece este dolor. Una tristeza tan honda como si fuera un pozo sin fin. 

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"La tasa de divorcio en las parejas que pierden bebés es casi del noventa por ciento". 

Lisa y Richard hacen lo posible para no separarse; están viviendo el peor de los infiernos. Hacen terapia grupal para intentar calmar la angustia. Pero es muy difícil. Richard dice que "no es que hayamos dejado de amarnos exactamente, sólo que cada vez que miro a mi esposa a los ojos lo único que veo es a mi niñita". Después de intentar sostenerse entre ambos, y cuando el hilo emocional de ambos esté mínimamente equilibrado, hablan del tema: Richard quiere irse de la casa. Ella no lo comprende, no lo acepta, y se lo reprocha.

Cuando se pierde un hijo no sólo se dejar de ser feliz, sino que además no puede permitirse volver a serlo. Por eso, cuando Lisa deja escapar una carcajada o una gran sonrisa, la reprime rápidamente, tapándose la boca con la mano. Seis meses después, Lisa y Richard volvieron a estar juntos, o mejor dicho, hicieron el amor. Después de haberse sentido bien, inmediatamente, volvió el llanto. 

Creo no estar equivocado al afirmar que la máxima virtud del tiempo consiste no tanto en arreglar las cosas porque muchas de ellas son irreversibles, y menos aun cuando se presenta la muerte, pero a veces sí puede, no siempre y muy lentamente, atenuar el sufrimiento. 

Será el paso del tiempo el que le permita a Lisa y Richard tener una nueva oportunidad sin borrar el pasado, pero motorizados por la esperanza hacia un nuevo futuro.