lunes, 18 de noviembre de 2013

Roberto Bolaño, “La pista de hielo”

En 1993 Roberto Bolaño publica su primera novela: “La pista de hielo”

Para aquellos que leyeron otros escritos del autor, no les será extraño encontrar aquí un crimen, un camping, un poeta, un escritor, inmigrantes sin papeles.

La historia está construida a partir de las voces de tres personajes, que se alternan simultáneamente, a partir de la narración de un crimen acontecido en la ciudad Z.

§  Remo Morán: escritor chileno y empresario.
§  Gaspar Heredia: poeta mexicano, empleado en un camping.
§  Enric Rosquelles: político socialista español, psicólogo.


Bolaño creador

Sin dudas uno de los grandes logros de Bolaño tiene que ver con la creación de los personajes, de manera contundente y verosímil. Personajes con trabajos comunes (o no tanto), comportamientos y sentimientos entendibles, pero simultáneamente dotados de cualidades extraordinarias y fabulosas.

 “La pista de hielo” tiene algo de novela policial pero también de novela amorosa. Sólo que lo “amoroso” no está puesto en relación con “lo sublime” o “lo trágico”.

La ilusión de romance de Rosquelles con la patinadora Nuria Martí (quien tiene una historia amorosa con Remo Morán), que acababa de perder la beca otorgada por la Federación Española de Patinaje, puede motorizar la realización de  lo-imposible cuanto menos un disparate, como por ejemplo, construir una pista de hielo, con fondos municipales, para que su enamorada pueda entrenarse adecuadamente y llegar preparada.  

La mano mágica de Bolaño la encontramos por ejemplo, cuando es capaz de hacer que uno de sus personajes, una vez encerrado en la cárcel, se tome todo su tiempo para hacer observaciones y escribir sobre la condición carcelaria y le propone al jefe penitenciario donde está alojado presentar dicho trabajo en co-autoría con él y lo más sorprendente de todo, que gane el concurso “Proyecto carcelario europeo”, patrocinado por la Comunidad Europea.

Bolaño hace queribles a muchos de sus personajes. Y puede lograr esto no sólo a partir no sólo de buenos conceptos, lindas descripciones sino también a partir del ensañamiento y de la burla, ya sea por las descripciones físicas como por sus pensamientos. Aun así, el lector puede encariñarse con dicho personaje. En la “Pista de hielo” Bolaño muestra toda su inclemencia con Enric Rosquelles:

“¿Ya he dicho que el jefe de Lola era Enric Rosquelles? Mientras vivimos juntos pude forjarme una idea aproximada del sujeto. Repelente. Un pequeño tiranuelo lleno de miedos y manías, convencido de ser el centro del mundo cuando a lo único que llegaba era a gordito asqueroso propenso a los pucheros”. (p. 141).

“Todos en Z. sabían algo, un poco, pero nadie tuvo la suficiente inteligencia como para relacionar los fragmentos de información en un todo coherente. Engañarlos es más fácil. En el fondo, creo que a nadie le preocupaba lo que sucedería en el Palacio o con el dinero. Sí, el dinero les importaba, cómo no les iba a importar, pero no al grado de hacer horas extras  para investigar su destino. De todas maneras, siempre fui prudente. Ni siquiera Nuria sabía toda la verdad, a ella le dije que la pista sería de utilidad pública y se fue todo, no hizo más preguntas, aunque era obvio que durante aquel verano solo nosotros fuimos al Palacio Benvingut. Claro que Nuria tenía sus propios problemas y yo eso lo respetaba. Dicen que el amor hace a las personas generosas. No sé, no sé; a mí sólo me hizo generoso con Nuria, nada más. Con el resto de las personas me volví desconfiado y egoísta, mezquino, maligno, tal vez porque era consciente de mi tesoro (de la fuerza inmaculada de mi tesoro) y lo comparaba con la putrefacción que los envolvía a ellos”. (p. 68).

Como ya anticipamos, Remo Morán es quién tiene una relación sentimental con Nuria, a quién conoció en una reunión de ecologistas. La patinadora posee unos encantos de seducción que, difícilmente puedan escapar aquellos que se fijen en ella:


“La acompañé hasta la calle donde tenía aparcada su bicicleta de carrera, cromada y refulgente. Antes de montar se hizo un moño sobre la nuca con una cinta negra y dijo que llamaría por teléfono. Sólo atiné a asegurar que podía hacerlo cuando quisiera, a cualquier hora del día o de la noche. Probablemente puse demasiado énfasis. Eso la molestó un poco y desvió la mirada. Tuve la impresión de que pensaba que iba demasiado rápido. ¿Estás enamorado de mí? No te enamores, parecía querer decirme. Me sentí frágil y corrido como un adolescente…” (p. 57).

“Una de las características de Nuria era que aun mucho después de haberse ido, parecía seguir vibrando de forma tenue en la habitación”. (p. 72).


La lectura en el mundo Bolaño

En casi todas las novelas de Bolaño, sus personajes leen. Ya lo saben quiénes leyeron “La literatura nazi en América”, “Los detectives salvajes” o “2666” por ejemplo. Y en “La pista de hielo” no será la excepción:

“Ella (Nuria) traía un bolso deportivo con su traje y sus patines y una botella de agua. También tenía por costumbre llevar libros de versos, uno diferente cada tres días, que hojeaba en los descansos, apoyada sobre una de las muchas cajas de material que había preferido no sacar del galpón para no despertar suspicacias. ¿Quién más conocía la existencia de la pista?” (p. 67).


La dimensión política de la novela: los inmigrantes

Gaspar Heredia es un poeta mexicano, indocumentado,  que consigue trabajar durante la primavera y  el verano en un camping propiedad de Remo Morán, como vigilante nocturno. Ahí conoce a Carmen, la víctima, y a Caridad, de quien se enamora.
La cuestión de no poseer papeles de residencia legal no es un hecho no menor en la literatura de Bolaño. Se sabe lo difícil que es para un latinoamericano no tener papeles en Europa, mismo en España, cuestión que también sufrió el autor de “La pista de hielo”.

Mi situación legal en España, salvo los primeros meses, era, por decirlo de una forma suave, desesperada: no tengo permiso de residencia, no tengo permiso de trabajo, vivo en una especie de purgatorio indefinido a la espera de conseguir dinero suficiente para ahuecar el ala o pagar un abogado que arregle mis papeles”.

La senegalesa pensaba trabajar haciendo faenas en casas particulares, las hermanas volverían al Prat, el peruano esperaba encontrar trabajo en alguna gestoría o empresa inmobiliaria de Z apenas tuviera sus papeles en regla, y el Carajillo se pasaría otro invierno encerrado en la recepción, vigilando el camping vacío. Cuando nos preguntaban cuáles eran nuestros proyectos no sabíamos qué decir. El plural de la pregunta nos avergonzaba. Vivir en Barcelona, probablemente, decíamos mirándonos de reojo. O viajar, o irnos a vivir a Marruecos, o estudiar, o tirar cada uno por su lado. En el fondo sólo sabíamos que estábamos colgando en el vacío”. (p. 164)


Por último, nada se dirá acá del asesino. Será el lector quien lo descubra y luego, quién podrá sacar sus conclusiones en relación a todo lo comentado.



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