viernes, 29 de diciembre de 2017

Ariel Hernán Toledo: Los lectores y los libros

Ariel Toledo en Ficticios

Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

Es difícil fijar un número exacto, pero teniendo en cuenta la larguísima temporada de Ficticios y sumando a eso las lecturas que uno elige por curiosidad, más esos que llegan traídos por las manos de otros lectores, debo estar cerca de los 70.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Sin dudas, el primero de ellos es, Las aventuras de la china Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, que no solo llega para confirmar lo que ya sabemos, que es una de las voces más potentes de la región. Es también una tremenda novela que nos obliga a repensar la literatura. Con este texto, creo, subió la vara de la cuestión.

Sentada en su verde limón, de Marcial Gala y que edita Corregidor. Un texto fuerte que se sostiene página a página. Un power trío amoroso con una Cuba de fondo que intenta emerger. Música, sexo, drogas. Un coctel explosivo que Gala maneja con maestría.

Matate, amor, de Ariana Harwicz (Mardulce). Si bien ya tiene un tiempo, recién pude meterme de lleno este año en su obra. Es admirable el manejo de la prosa en ella. Tiene una violenta y a su vez, maravillosa manera de observar el universo femenino. Cuestiona e incomoda al lector y eso me parece esencial para que un texto se transforme en algo superior.  


¿Cuáles son tus autores preferidos?

Oscar Wilde, Gabriela Cabezón Cámara, John Berger, Clarice Lispector, Ferréz, Enrique Medina, Edgar Allan Poe, Eduardo Lalo, Fiódor Dostoievski, Juan Villoro, Franz Kafka, Alejandra Pizarnik, Albert Camus y Roberto Arlt. Estos los puedo citar de memoria, pero la lista bien podría ser más larga aún.

 
¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

Es difícil pensar en una lista imaginando a otro lector. Pero puedo citar algunos que considero, bien valdría la pena pegarles al menos, una leída:

Simone, de Eduardo Lalo.
El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
Romance de la negra rubia, de Gabriela Cabezón Cámara.
El castillo, de Franz Kafka.
Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski.
Las tumbas, de Enrique Medina.
Los siete locos, de Roberto Arlt.
Dublineses, de James Joyce.
Los premios, de Julio Cortázar.
De A para X, de John Berger.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te juras leer algún día?

No me impongo las lecturas. Intento llegar a los libros de manera natural, incluso hasta te diría que por energías. Por alguna razón, los libros aparecen. Sin importar demasiado sin son o no clásicos.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

“Ulises”, de James Joyce, supongo. Un amigo me dijo alguna vez que uno lo compra para no leerlo. Quizá tenga razón.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Como si existiese el perdón, de Mariana Travacio que edita Metalucida. Una novela bellísima que te lleva todo el tiempo de la mano y no te suelta .

Las esferas invisibles, de Diego Muzzio. Tres nouvelles que te meten de lleno en un gótico magníficamente construido.

Confabulaciones, de John Berger. Hermoso libro y hermosa edición de Interzona. Reflexiones, citas, apuntes, de un artista gigante.

No hay risas en el cielo, de Ariel Urquiza y que edita Corregidor. El tono y las formas son perfectas. Las estructuras de los cuentos y la manera en que se resuelven son impresionantes.


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Ariel Hernán Toledo es periodista, librero y dramaturgo. Es conductor y productor de contenidos de Ficticios. Fue productor y guionista de Supernova, la FM de Radio Nacional. Colabora habitualmente en algunos medios gráficos del interior del país. Sus textos forman parte de una antología de poetas latinoamericanos noveles, editado por el Centro de Estudios Poéticos de Madrid. Fue parte del equipo editor de la revista Piraña, de cultura independiente. Es autor de Tumbamadre, obra de teatro que recrea las circunstancias y consecuencias de la guerra de Malvinas.

Participa actualmente en una investigación histórica sobre Paso del Rey, su ciudad natal. 




miércoles, 27 de diciembre de 2017

Sebastián Chilano: "Los lectores y los libros"

Sebastián Chilano publicó en este año Ningún otro cielo (Letra Sudaca)

Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

No suelo contar los libros que compro ni leo. Debería. Este año leí bastante más de lo que esperaba y menos de los que quisiera. Hubo un gran cambio: leí mucha no ficción, sobre todo ensayos y diarios, y di menos lugar a la narrativa. Calculo unos sesenta o setenta libros. Quizás más si cuento aquellos que abandoné. Y sobre todo fue el año que encontré un libro que hace mucho buscaba y nos esquivábamos mutuamente: El diccionario jázaro de Mirolad Pavic.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

En la respuesta anterior pensé que debería anotar los libros que leo para no ser injusto. Es muy probable que no recuerde alguno de los libros leídos en marzo, ni que hablar de julio o agosto, meses fríos y llenos de lecturas. Hago el intento, con perdón:

De ficción leí con sumo placer tres o cuatro novelitas de César Aira, entre ellas La invención del tren fantasma. Dos joyas de Daniel Guebel: El Absoluto y Tres visiones de las mil y una noches. Una novela increíble de Carlos Gamerro: Cardenio. Y fue el año que descubrí a Luis Sagasti con Una ofrenda musical, a Pablo Katchadjian con su novela Gracias y a Valeria Meiller con El mes raro. Sigo: Nuestro mundo muerto de Liliana Colanzi, Quema de Ariadna Castellarnau y la reciente Hoshjam de Miguel Hoyuelos. 

En no ficción me fascinó el libro de Marcelo Cohen, Un año sin primavera. Y a principio de año El país de la guerra, de Martín Kohan. Uno reciente: Diálogo Piglia/Saer. Y una perla: Subrayados de María Moreno. Saliendo del país: Puede recomendar Calibán y la bruja de Silvia Federici, Shanzai de Byung Chul Han y Jesús y Pilatos de Agamben. Me olvido de La Furia de Théroigne de Méricourt, de Heavier than Heaven una biografía de Kurt Cobain escrita por Charles Cross y de La revolución electrónica de William Burroughs.



¿Cuáles son tus autores preferidos?

Jorge Luis Borges y César Aira
Mario Levrero y Juan Carlos Onetti
Kurt Vonnegut
John Berger
Patrick Deville y Emmanuel Carrère
Marguerite Duras y Amélie Nothomb


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

Podría enumerar en orden y en consecuencia con la respuesta anterior:

“Otras inquisiciones”, Borges.
“La liebre”, Aira.
“El lugar”, Levrero.
“Los adioses”, Onetti.
“Desayuno de campeones”, Vonnegut.
“Un hombre afortunado”, Berger.
“Ecuatoria”, Deville.
“El adversario”, Carrère.
“El amante”, Duras.
“Metafísica de los tubos”, Nothomb.

Podría esforzarme un poco, ir hasta la biblioteca y contestar:

“Nueve libros de la historia”, Heródoto.
“Historias inverosímiles en general”, Alasdair Gray.
“Morir en occidente”, Philippe Ariès.
“Historia de las tierras y los lugares legendarios”, Umberto Eco.
“Las ciudades invisibles”, Italo Calvino.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

No creo ser original: “Ulises”, de James Joyce. En cualquiera de sus traducciones, ya nada importa con tal de leerlo.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

Uno: “Madame Bovary”, de Gustav Flaubert. Y tampoco pude disfrutar “La montaña mágica”, de Thomas Mann.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Una revelación fue Ariana Harwicz, y su trilogía involuntaria (o no) de madres grunge, como arbitrariamente sentencié. Otra, reciente, Camilo Sánchez con su novela “La Feliz”.


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Sebastián Chilano nació en Mar del Plata en el año1976. Publicó las novelas Riña de gallos (2010), Las reglas de Burroughs (2012), Tan lejos que es mentira (2013), Méndez (2014) En tres noches la eternidad (2015) y Ningún otro cielo (Letra Sudaca 2017). Además escribió, en coautoría con Fernando del Rio, las novelas Furca. La cola del lagarto (2009) y El geriátrico (2011).






domingo, 24 de diciembre de 2017

Giselle Aronson: "Lo que no se sabe"

El silencio de los inocentes

La novela comienza con el regreso de Javier en su auto desde “la Capital” hacia la casa donde vive hace tres años, en Haedo, cuando se separó de Paula, la madre de su hija Rocío. La casa que era de sus padres y que por distintas circunstancias le quedó a él y donde también decidió trabajar: en el garaje armó su taller de lutheria.

En ese viaje de regreso de una tarde de octubre el protagonista se trae dos cajas de cartón con objetos que desconoce apoyadas en el asiento de atrás. Esas cajas son las que tal vez previó dejarle Carla, una exnovia, antes de suicidarse y que Javier probablemente abra durante ese fin de semana ya que Rocío le avisó que no se iba a quedar con él.

Conocer esos objetos, inferir sus significados, harán al personaje pensar no solo en su pasado, en su caracter irreversible, sino también pensarse a sí mismo en el presente y por qué no, permitirse un futuro algo más esperanzador.

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Un suicidio conlleva un misterio, un enigma que jamás se podrá resolver. En la página 66 la autora escribe:

"En el silencio del otro no caben nuestras palabras. ese silencio no puede llenarse con nada; el otro se lleva sus palabras, que nunca son las nuestras. Son otras y no podemos predecirlas ni decirlas. Nuestro silencio es imposible. El silencio del otro es inexorable".

¿Por qué lo hizo? ¿Qué fue lo que causó tanto dolor como para no tener ganas para seguir viviendo? Preguntas que tiene como trasfondo la tristeza más profunda, porque viene de la mano de la impotencia.

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Esa misma impotencia, la que utilizamos para decir lo inexplicable, siempre es insalvable porque el que quedó de este lado, en la vida, inevitablemente piensa en lo que podía o debía haber hecho para que el suicidio no suceda. Se trata de pensar hacia atrás como si la muerte voluntaria hubiera sido un acertijo con solución. De allí el sufrimiento. Porque el suicidio clausura el pasado, lo vuelve perturbador, tanto como para suspender la noción de presente y mucho más la de futuro. El tiempo del suicidio, es el tiempo de la suspensión.

Pero con el tiempo llega el duelo y con el duelo reaparece la dimensión del futuro. Como ya sabemos, el futuro, ya sea más cercano o no, siempre se vincula con la promesa.

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“Lo que no se sabe” es una novela sobre lo irremediable del suicidio pero también una novela sobre la esperanza para aquellos que pelean para no hundirse en la tristeza y tratan de volver a sentir algo parecido a la felicidad.


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Ficha técnica

Autora: Giselle Aronson
Título: Lo que no se sabe
Editorial: Modesto Rimba
Año de edición: 2016
Páginas: 116





jueves, 21 de diciembre de 2017

Aglaja Veteranyi: "Por qué se cuece el niño en la polenta"

Por Julián Mola

“El dictador prohibió a Dios”. Hasta la fe prohibió Nicolae Ceauşescu, que había llegado al gobierno de la por entonces República Socialista de Rumania a mediados de los sesenta. Terminada la Segunda Guerra, como tantos otros países del este europeo, Rumania quedó bajo la órbita de la URSS; satélites a los que se les impuso el comunismo con el fin de evitar reincidencias políticas e ideológicas. O eso se dijo. En Rumania tampoco funcionó del todo bien, Ceauşescu sería ejecutado en 1989 bajo el cargo de genocidio.

“El dictador cerró Rumania con alambre de púas”. Muchos fueron los que arriesgaron su vida para huir de la escasez y los excesos hacia el oeste democrático, el occidente del libre comercio. Eso hizo Alexandrus Veteranyi, huir del régimen con sus dos pequeñas hijas, su esposa y la caja completa del Circo Estatal de Rumania. Se proponían dejar atrás las privaciones, el autoritarismo y, por qué no, el anonimato; pensaban hacer, entre otras cosas, de su hija menor Aglaja una estrella de Hollywood.

Veteranyi fue artista circense, payaso, actor y aficionado a filmar cantidad de películas caseras que nunca tuvieron destino alguno. Estos menesteres lo llevaron a recorrer Europa, África, pasar por los Estados Unidos y terminar recalando en Argentina a mediados de los ochenta. Finalmente, Tandarica, tal su nombre artístico, alcanzó su anhelada fama con aquel recordado personaje de mozo torpe, que adeudaba no poco a Chaplin. Participaría en cantidad de películas y programas de TV hasta su muerte, en Buenos Aires, en 1995. Muy atrás, muy lejos, habían quedado su mujer, sus hijas y el circo. Aglaja, con apenas quince años, había escapado a Suiza en solitario. Allí se estableció y, sin haber recibido una educación formal, casi analfabeta, se vinculó al ambiente artístico y acabó siendo una reconocida actriz, docente y escritora que dominaba el alemán, el rumano y el español. Fundó un grupo literario y un grupo teatral, escribió narrativa, obras de teatro, poemas, y diversos textos para diarios y revistas. En su primera novela –única editada en vida- Por qué se cuece el niño en la polenta, Aglaja reconstruye –o recupera- la voz de la niña que fue para contar, con la sinceridad despiadada de un niño, la historia autobiográfica de su infancia, el derrotero geográfico, social y emocional de unos primeros años que revelan las marcas de su origen, los anclajes y, seguramente, las decisiones de la Aglaja mujer.

A golpe de oraciones simples, concisas, incluso con páginas enteras reservadas a una sola frase, una tras otra caen las imágenes, las metonimias de la escritora condensan todo cuanto caló hondo en su persona y necesita ser liberado, sin pudores: el régimen rumano (“El dictador es zapatero de profesión, ha comprado sus diplomas en la escuela. No sabe ni escribir ni leer, dice mi madre, es más tonto que una tapia. Pero una tapia no mata, dice mi padre”), la huida y sus consecuencias (“Desde nuestra fuga torturan al tío Petru en la cárcel y al tío Nicu lo mataron a palos delante de la puerta de su casa”), la pobreza omnipresente (“En mi tierra hacer cola es una profesión”), la imagen de su padre, las expectativas de una madre desbordada, la relación con su hermana y su tía, y el diario devenir de una troupe nómada de artistas fugitivos.

Aglaja tiene cinco años cuando comienza la narración, es el momento en que todo en su vida comienza a ser extranjero (“El circo siempre está en el extranjero”), palabra que marcó su vida, que resume su condición de expulsada, del que ocupa un lugar que no es el suyo; el extranjero (como lugar, donde ella vivió desde que recuerde), los extranjeros (que eran ellos, en todos lados, su condición de exiliada, de nómada, de fugitiva siempre a punto de ser deportada: “No podemos volver nunca, está prohibido”), la extranjera (que decidió seguir siendo, ella, adoptando a Suiza como país de residencia y el alemán como lengua; “la patria es la lengua”, dijo Adorno).

Por qué el niño se cuece en la polenta cuenta el desarraigo de un país, de un origen, pero, sobre todo, el de una infancia; arrastrada a una tierra de adultos, el comienzo de su vida iba a transcurrir lejos de los límites de la niñez. Es un libro –una vida- de contrastes, porque se parte de un recurso –la niña que narra- que no deja margen a otra cosa, porque lo que narra es violencia, y emociones que poco tienen que ver con la niñez. El miedo, no producto de una fantasía de acecho sino el miedo a una amenaza real, esa emoción de la que se procura resguardar al niño, en Aglaja es cosa de todos los días, como la rutina del circo:

“En la cama no paro de pensar que mi madre ahora está colgada del pelo. Mi hermana tiene que inventarse cosas cada vez más crueles para el niño en la polenta”.

Su hermana, para mantenerla entretenida y así no padecer el miedo de ver caer a la muerte a su madre trapecista, le cuenta, una y otra vez, el cuento popular rumano ¿Por qué se cuece el niño en la polenta? (nunca se aclara, pero el cuento sería “apenas” eso, una imagen, la de un niño que hierve en una olla de polenta; no tiene texto ni moraleja, es solo un título disparador para ser desarrollado a gusto del narrador o del oyente), el artilugio es tapar el horror con horror –desviar la mirada del horror para mirar otro horror-. No mirar allí, donde más duele, mejor mira allá; es una evasión instintiva la que practica a diario, se hace fuerte en lo que nadie le ha podido ni le podrá quitar, resiste como puede en su imaginación, y así crece.

Lo particular, entonces, no es el recurso en sí mismo, lo particular, lo auténtico, es su historia, tramada de puros contrastes entre lo que se supone debe ser y la realidad, una realidad que a Aglaja le toca vivenciar desde muy temprano, aunque siquiera logre comprenderla del todo: el entrañable Tandarica se descubre como quien “… pega a mi madre y con una cuchilla de afeitar corta las prendas de su vestuario en pedacitos y dice: ¡Hoy te dejo caer de la cúpula!”, las bondades de la Europa occidental resultan en “¡Vaya paraíso! ¡Aquí los perros son más importantes que las personas! ¡Si escribo a mi familia que los estantes en la tienda están llenos de comida para perros, creen que me he vuelto loca!”, la festiva vida circense esconde que “A Lidia Giga, la domadora, la hizo pedazos el león que ella misma había criado con un biberón. Al hombre encadenado se le partió la cuerda ardiendo, se cayó de cabeza”, la familia es “mi madre pegó a mi hermana, se cayó contra un cristal de una ventana y se cortó las venas. ¡Sí, he dormido con tu marido!, había gritado mi hermana. ¡Tu padre me chupó la sangre del corazón y me tiró a la basura!, dice mi madre”.

La directora húngara Krisztina Deak llevó la historia al cine (Aglaja, 110 min., Hungría, 2012) basando el guion en el libro. La película -¡no tan rápido!- es inhallable en internet, pero en el tráiler de dos minutos se deja entrever –salvando las distancias de presupuesto y contexto histórico- un tono que en seguida remite a El laberinto del fauno, al prisma con que Ofelia observa el mundo, que lo hace su propio mundo, su refugio. Es que Por qué el niño… es eso, un cuento que es una distracción, un mundo ideado para sobrellevar el destierro de la infancia. Ese mundo de fantasía, resultado de su inocencia avasallada, de una necesidad de repliegue sobre sí misma, es oscuro, y la lleva a elaborar, a la manera del uso que hace del cuento que da nombre al libro, sus propios artilugios, su propia lógica del alivio: “Siempre tengo que pensar en la muerte de mi madre, para que no me pille por sorpresa. Veo cómo se enciende el pelo con las antorchas, cómo se cae ardiendo sobre el suelo”.



Le llega la pubertad a esta niña; sea por llevar la contra a su madre, que se empeña en conservarla impoluta, a salvo de los males del mundo (que para ella son básicamente los hombres), sea porque ya no cree poder seguir viviendo allí, en ese territorio en el que siempre fue extranjera, avanza, sin saber bien a dónde, pero avanza: “Nunca me ha tocado un hombre en ese lugar. No pienso en otra cosa. Quiero que me violen dos al mismo tiempo.” Su vida, ella misma, parecía estar marcada por estos contrastes, estos sacudones. Dice el escritor Werner Morlang, amigo personal, en un discurso homenaje que lee a un año de su muerte: “Ella era desinhibida y tímida, intrépida y aprensiva al mismo tiempo, como si estuviera siendo perseguida por alguna experiencia crucial de su niñez: una combinación fatal de fantasías entre ser todopoderoso y sentimientos de inferioridad”.

Aglaja Veteranyi se quitó la vida ahogándose en el Lago de Zúrich en febrero de 2002, tenía treintainueve años. Uno entonces se pregunta si en verdad fue un viaje de más de tres décadas hasta su infancia lo que Aglaja emprendió para recuperar la voz de aquella niña que fuera, o si la voz que recupera su historia es la de la niña adulta con la que convivía a diario, una niña que seguía allí, en sus ojos, en su puño y letra, todavía herida, todavía sola en el extranjero, una niña que ya no tiene quién la pueda distraer.
 

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 Ficha técnica

Autor: Aglaja Veteranyi
Título: Por qué se cuece el niño en la polenta?
Editorial: Lengua de trapo
Año de edición: 2002
Páginas: 183




Víctor Malumián: "Los lectores y los libros"

Víctor Malumián, junto a Hernán López Winne, dirige el sello Ediciones Godot.

Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

Creo que estoy rondando los setenta libros aproximadamente.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Este año leí y me encantó:
  • Fuera de lugar, de Martín Kohan
  • Luto, de Edgardo Scott
  • Las tres vanguardias, de Ricardo Piglia
  • Tres veces luz, de Juan Mattio

¿Cuáles son tus autores preferidos?

En narrativa en español sigo con especial atención a Mariana Enriquez, Samanta Schewlin, Ariana Harwicz, Martín Kohan, Ricardo Romero y Edgardo Scott. Ya fallecidos: Juan José Saer, Ricardo Piglia, Felisberto Hernández y Victoria Ocampo son fundamentales. En cuanto a ensayo Peter Sloterdijk, Louis Althusser, Lewis Mumford, Michel De Certau, Slavoj Zizek y por supuesto: Horacio González, Eduardo Grüner y Beatriz Sarlo.

¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

Comparto la misma postura que Alexandra Kohan e Ingrid Sarchman que nadie está obligado. Sin orden particular:

§  Ideología y aparatos ideológicos de Estado, de Louis Althuser (Nueva Visión)
§  Ideología un mapa de la cuestión, de Slavoj Zizek (FCE)
§  La historia del arte, de Ernst Gombrich (Phaidon)
§  La conjuración sagrada, de Bataille (Adriana Hidalgo)
§  Técnica y civilización, de Lewis Munford (Alianza)
§  No toda vigilia es la de los ojos abiertos, de Macedonio Fernández (Corregidor)
§  Narrativa breve completa, de Felisberto Hernández (Cuenco de Plata)
§  Cuentos completos, de Silvina Ocampo (Seix Barral)
§  Las mil y una noches
§  Nadie nada nunca, de Juan José Saer (Seix Barral)

¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

Ulises, de James Joyce.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

Cuando lo intenté no disfruté La divina comedia, fue hace varios años, quizás sea momento de darle otra oportunidad.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Dos libros que se me vienen a la cabeza de inmediato, que no me canso de recomendar y que con su sola lectura quiero adquirir el resto de los textos que sean publicados por ellos son: Juan Pablo Roncone a través de Hermano Ciervo (Fiordo) y Mariana Travacio a través de Como si existiese el perdón (Metalúcida). En cuanto al ensayo En contra de la música de Julio Mendivil (Gourmet Musical) me parece un libro increíble, un hallazgo en todo sentido.


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Víctor Malumián es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Junto a Hernán López Winne fundó en 2008 Ediciones Godot. En el 2012 generaron la Feria de Editores que ha recibido en su última edición más de 140 editoriales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela. En el 2016 publicó como co-autor el libro "Independientes ¿de qué?" a través de Fondo de Cultura Económica México.




miércoles, 20 de diciembre de 2017

Alejandro Modarelli: "Los lectores y los libros"



Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

No más de quince. Aclaro que tengo un problema de vista incipiente (drussen) que me obliga a leer con bastante esfuerzo.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Disfruté “El Reino”, de Emmanuel Carrère; “Leche materna”, de Edward Sr. Aubyn, me hizo dio placer y risa “La Escuela Neolacaniana de Buenos Aires”, de Ricardo Strafacce, me enloquecí con “Black Out”, de María Moreno, brillantes los últimos poemas de Ariel Schettini que circulan por la web y originarán un libro virtual en breve, experiencia de lectura, esta, que me volcó a un libro suyo anterior, Estados Unidos. 

De María Pía López: “Yo ya no, el don de la amistad”. Después señalo los últimos libros de reflexión ética de Judith Butler, de Marcos de Guerra a “Cuerpos aliados”. También “La agonía de Eros”, de Byung-Chul Han, la primera parte de “El uso de los cuerpos”, de Agamben. “Infancia en Berlín”, de Walter Benjamin. De Zizek, E. Satner y K Reinhard, “El prójimo. Tres indagaciones en teología política”. De Toni Negri, “Biocapitalismo”. “Putos de fuga.ar”, de Rocco Carbone.

Espero con ansiedad sentarme a leer una biografía que me recomiendan los que ya la leyeron y escribió mi editora de SOY, Liliana Viola: “Migré”.


¿Cuáles son tus autores preferidos?

Desde hace años leo a muchos cronistas maravillosos como Carlos Monsiváis, Pedro Lemebel, Bernardo Kordon, Walter Benjamin (“Infancia en Berlín”). Amo la obra de Aurora Venturini. Leí y aprendí de Jean Genet, de Copi, de Manuel Puig; en alguna época seguí a Mishima. Son quienes, creo, más influyeron en mis libros de crónicas. 


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

El Castillo”, de Kafka. “Escenas de pudor y liviandad”, de Carlos Monsiváis. “Austria-Hungría”, de Néstor Perlongher. “Los detectives salvajes”, de Roberto Bolaño. Los cuentos reunidos, de Clarice Lispector. De Hanuki Murakami me encantó “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”. “Borges”, de Adolfo Bioy Casares. Las obras de teatro de Bernard Shaw. “Los inconsolables”, un libro rarísimo e hipnótico de Kazuo Ishiguro. “La luz argentina”, de César Aira. “La ciudad de las ratas”, de Copi. Tantos… 


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

Me gustaría  haber completado la lectura de todos los tomos de “En busca del tiempo perdido”, De Marcel Proust pero solo leí algunos. Ya no creo que tenga energía para acometer el recorrido de semejante monumento literario.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

Sólo pude disfrutar en partes el “Ulysses”, de James Joyce. De hecho no pude terminarlo.


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Alejandro Modarelli: escritor y periodista nacido en Buenos Aires. Autor de El universo no debe repetirse (relatos, 1995, publicado por beca del Fondo Nacional de las Artes), coautor de Fiestas baños y exilios. Los gays porteños en la última dictadura (Sudamericana, 2001), Rosa prepucio. Crónicas de sodomía, amor y bigudí (Mansalva, 2011), La noche del mundo (Mansalva 2016). Participó en varias compilaciones: Un cuerpo, mil sexos. Intersexualidades (Comp. Raíces Montero, E. Topía), Otras historias de amor (Comp. Adrián Melo, E. LEA) Memorias, identidades y experiencias trans. (In)visibilidades entre Argentina y España (E. Biblos, comp. Jorge Luis Peralta), entre otras. Colaborador en Suplemento Cultura del diario La Nación hasta 2001, actualmente colaboro en el Suplemento SOY del diario Página 12 y en la revista de cine Kilómetro 111.  

viernes, 15 de diciembre de 2017

Ingrid Sarchman: "Los lectores y los libros"


Ingrid Sarchman*

Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

Me resulta difícil precisar un número exacto porque además de libros completos, leo muchos fragmentos, capítulos de ensayos, etc. Además, este año volví a muchos libros que ya había leído en años anteriores También me permití, por primera vez, empezar libros y dejarlos por la mitad. Creo que entre todo eso, podría llegar a unos sesenta aproximadamente.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Por suerte he leído muchos que me han gustado y que, al momento de terminarlos, dije: “este es el libro del año”, frase que he repetido con varios. Entre ellos “El artista más grande del mundo” de Juan José Becerra, “Los días de Jesús en la escuela” de JM Coetzee y “Lo que el cuerpo sabe” de David Grossman y “Fuera de lugar” de Martín Kohan.


¿Cuáles son tus autores preferidos?

A medida que van pasando los años, la lista de preferido se va engrosando, pero sin dudas, los autores de los que creo he leído todo (o casi todo) son JM Coetzee y José Donoso. Con ambos me pasa lo mismo: empiezo a leer y siento que hay algo en esa manera de escribir que me agarra y no me suelta. No tiene que ver con no poder dejarlos, de hecho son los libros que más lento leo, como cuando comés algo que te gusta mucho y no querés que se termine. Pero insisto, no tiene que ver, necesariamente con una lectura amable o fluida, más bien todo lo contrario, instan a una lectura “con los sentidos alerta”. El único problema, me pasa especialmente con Donoso, es que llega un momento en el que empiezo a adivinarme el truco, el “rulo” de su escritura.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

No sólo no impondría una lista a la manera de “deber”, sino que, casi de manera egoísta, creo que cada uno tiene los libros preferidos “que se merece”. El efecto que te puede producir un libro es tan subjetivo, que no me animaría a armar ninguna lista, salvo que hablaras de Best sellers, pero no sé si son libros que entran en la categoría de imprescindibles.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

“Ulysses” de Joyce. Tengo un viejo ejemplar en la biblioteca heredado de alguien, pero lo miro con respeto y no lo abro. Algún día espero perderle el respeto.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

“Adan Buenosayres” de Leopoldo Marechal, sin dudas. Tardé mucho en leerlo y en ningún momento pude engancharme con el tono. Tal vez fue porque lo leí con la obligación de que me tenía que gustar. No sucedió y me costó terminarlo.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Hace unos meses leí “Manual para mujeres de la limpieza” de Lucia Berlin. Es un libro de cuentos, y en esa manera de escribir vas encontrando una voz muy interesante. No sé si me fascinó pero sí me dio ganas de seguir encontrando ese tono en otros libros o compilaciones.

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Ingrid Sarchman es Licenciada en Comunicación, docente e investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la carrera de Bellas Artes de la UNLP y en la Fundación Universidad del Cine. Forma parte del comité editorial de la Revista Artefacto, pensamientos sobre la técnica. Escribe para distintos suplementos culturales, Revista Ñ, La Agenda BA, Revista Paco y Panamá Revista  entre otros donde se especializa en las relaciones entre tecnología, sociedad y producciones artísticas.


* La imagen fue citada de la revista digital Anfibia

jueves, 14 de diciembre de 2017

Alexandra Kohan: "Los lectores y los libros"


Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

No llevo la cuenta de lo que leo y hasta tiendo a olvidarme. Pero me pasa que, si bien leo todo el tiempo que puedo, a veces me resulta poco en relación a todo lo que quiero leer. De todas formas, estoy contenta con lo que leo y eso hace que se diluyan las cuentas de lo que leí y de lo que todavía no leí. 

¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año? 

¿De ficción? Me gusta el exceso que pone a jugar Juan José Becerra en “El artista más grande del mundo”. Me gustó muchísimo el tono sutil en el que Mauro Libertella narró el desamor en “Un reino demasiado breve”, me volvieron a fascinar -leí sus tres novelas- la escritura y la mirada de Leonardo Sabbatella en “Tipos móviles”. Es una mirada que hace foco en los detalles pero con el gesto del miope: el de sacarse los anteojos para ver de cerca. Esa mirada construye personajes apocadamente intensos. En su escritura hay momentos del mejor objetivismo, la disfruto especialmente.


¿Cuáles son tus autores preferidos?

Te digo mis preferidos últimamente: Faulkner, Antonio Di Benedetto, Juan José Saer. Hebe Uhart, Selva Almada. Juan José Becerra, Gustavo Ferreyra, Leonardo Sabbatella. Te menciono los preferidos con los que no me casé.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

No se me ocurre una oposición más fuerte que lectura y deber. Las veces que alguien me dice que conoció tal libro o tal autor por algo que yo dije me da satisfacción el hecho de saber que transmití algo de lo que esa lectura produjo en mí, y eso está en las antípodas del imperativo.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

La Ilíada entera.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

“Madame Bovary”. Empiezo y lo dejo aunque siempre en un lugar distinto. Entiendo que el aburrimiento sea parte del asunto de la novela pero, como Emma, prefiero que la lectura sea lo otro de la vida. Es decir: no quiero que un libro me aburra.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Estoy terminando “El salto de papá” de Martín Sivak y descubrí que me interesé por un libro autobiográfico de estas características: escrito por alguien que se dedica más bien a la investigación Claro que está muy perfectamente logrado el tono. Y un gesto que me parece genial es el modo en que narra sin épica, hasta diría que narra contra la épica, con humor y sin estridencias. Largué carcajadas en muchos momentos. Por otra parte desacraliza muy agudamente dos cosas que suelen fascinar: un padre y un suicidio. Imagínate el suicidio de un padre. Como lectora lo agradezco. A la vez tiene momentos sumamente conmovedores.


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Alexandra Kohan es psicoanalista y docente regular de la Cátedra II de Psicoanálisis: Escuela francesa, de la Facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires. También es docente y supervisora del Centro Dos, e integra el espacio de investigación en psicoanálisis: Psicoanálisis Zona Franca. Coordina diversos grupo de estudio. Cursó la maestría en Estudios Literarios de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, para cuya finalización está escribiendo la tesis, “Barthes y Lacan: la lectura como resistencia a la doxa”. 




miércoles, 13 de diciembre de 2017

Sebastián Lidijover: "Los lectores y los libros"


Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

Este año no leí tanto. Creo que fueron unos veinticinco libros. Quizás un poco más, pero no sé. Fue un año agitado. Además de ciertos cambios en mi trabajo, que me tuvieron bastante ocupado, encaré otros proyectos y me quedó poco tiempo para leer lamentablemete. La culpa es de Netflix, siempre.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Todo lo que leí este año fue por trabajo. O fue un libro del que hice la prensa o fue un libro de un invitado al programa de radio. De todas formas tengo la suerte que en ambos casos son todos libros que disfruto.
Así pensando rápido se me vienen a la cabeza estos tres:

  • Cáscara de nuez de Ian McEwan.
  • La Feliz de Camilo Sánchez.
  • La chica del milagro de Cecilia Fanti.

Los tres tienen algo con el tono. Bueno, en el caso del de McEwan más que con el tono es con el narrador. Es una especie de policial contado desde la voz del feto que está por nacer y que, desde la panza, es testigo del entramado de su madre y del amante para matar a su padre. Una idea que dicha así tiene todos los componentes para el fracaso. Nada peor en la literatura que una idea ingeniosa y con una trama digna de un póster con John Travolta haciendo morisquetas al estilo de Mira quién habla. Pero no. McEwan logra una novela genial. Con una voz muy potente a la vez que divertida e increíblemente verosimil.
Con el de Camilo Sánchez lo que me encantó fue que siendo una novela sobre Olmedo y Monzón –puntualmente del verano del ’88 donde Monzón mata a la esposa y Olmedo se tira del balcón- no es una novela sobre Olmedo y Monzón. Hay algo en el tono, en la decisión de contarlo sin usar los nombres (Olmedo es El Claun, Monzón El Campeón, el facha Martel es El Langa) que lo convierte en una especie de baile de máscaras. Donde esas máscaras tienen mucha más profundidad que los rostros reales.
El de Cecilia Fanti es el último que leí. Lo terminé hace unos días. Una novela tremenda, que está dentro del género de no ficción. Esa cosa híbrida que a veces es dificil de explicar pero que para que funcione, por lo menos para mí, tiene que funcionar literariamente. Fanti logra contar la historia de un cuerpo que se rompe, dándole voz a ese cuerpo. Haciendo incluso que ese cuerpo grite.


¿Cuáles son tus autores preferidos?

No sé si tengo autores preferidos, así… Como autores de los que me pondría una remera con su cara y saldría a caminar por la calle sacando pecho. En una época podría haber contestado Umberto Eco, pero hace tanto que no leo un libro de él que no me siento con derecho a meterlo en la lista. Podría decir Amélie Nothomb, porque no importa que algunos libros sean más flojos que otros, a Amélie Nothomb la queremos siempre. Te diría Delphine de Vigan, pero después de Basada en hechos reales quedó ahí en la cuerda floja. Le perdonamos ese libro, pero todo depende del próximo. Igual te queremos Delphine. ¿Vale poner a David J. Poissant en la lista de favoritos, aunque solo tenga un libro –un excelente libro- de cuentos? Va a la lista, con un voto de confianza que su próximo libro nos volará la peluca.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

-Moby Dick de Hermann Melville.
-Las mil y una noches. La edición de Mardrus traducida por Vicente Blasco Ibáñez.
Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa.
El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.
Tragedias griegas (no importa cuáles, pero no menos de diez).
Obras de Shakespeare (no importa cuáles, pero no menos de diez).
Más que humano de Theodore Sturgeon (pero si ya no lo leíste posiblemente se te haya pasado el cuarto de hora).
La divina comedia de Dante (sin matarse leyendo las notas al pie, hay entrarle ingenuamente al texto).
Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
Las ciudades invisibles de Italo Calvino.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

El Ulises pero como ahora en diciembre sale una edición por Edhasa es muy posible que este verano salde esta deuda pendiente.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

No me acuerdo si lo terminé y no me acuerdo al final si me gustó (lo que ya debe ser un indicio de que no) pero cuando leía La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes lo había rebautizado El parto de Artemio Cruz por lo que me estaba costando leerlo.
También abandoné En busca del tiempo perdido de Proust en el volumen uno. Sé que en algún momento de mi vida lo leeré, pero todavía no llegó ese momento. Muy ricas las magdalenas igual.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

No había leído nada de Juan Forn, ni siquiera sus columnas (me da un poco de vergüenza confesarlo). Mal yo. Recién lo “descubrí” este año. No me juzguen.


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Sebastián Lidijover por él mismo

Trabajé durante 10 años como librero. Luego me convertí en promotor de libros, en la distribuidora Riverside Agency. Eso significó pasar de recomendar libros a los clientes a recomendar libros a los libreros. Más adelante sumé el manejo de las redes sociales de Riverside, siempre con el mismo objetivo: promocionar libros con entusiasmo. En el último año dejé de ocuparme de las redes sociales porque en la empresa no estaban interesados en destinar tiempo a esa área.  Desde hace tres años y medio dejé de ser promotor de libros para ocuparme de la prensa de Edhasa, Anagrama, Salamandra y La Brujita de Papel entre otros sellos distribuidos por Riverside Agency.
Desde julio de este año, junto a Ana Correa, los jueves a las 22 en Radio Cultura (FM 97.9) hacemos un programa sobre libros, “Notas al pie”.
Además en los últimos meses me sumé al equipo de Fundación Filba para dar una mano con algunos temas de comunicación.
Por otro lado, una de las consecuencias de no manejar más las redes de Riverside Agency implicó dejar de hacer la “Foto Loca de los Viernes”. ¿Qué es la “Foto Loca de los Viernes”? Es una foto en donde, sin utilizar photoshop, pongo a jugar la tapa o el interior del libro con el paisaje de fondo. Lo hice de forma ininterrumpida desde el 27 de mayo de 2011 hasta el 9 de junio de 2017. Todos los viernes del año sin falta (link al álbum). Duré poco sin Foto Loca. De la cuenta de Instagram La gente anda leyendo me convocaron para seguir haciéndola, así que desde el 14 de julio la Foto Loca sigue fotoloqueando por ahí.



viernes, 8 de diciembre de 2017

Yamila Bêgné: "Los lectores y los libros"


Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

No me gusta llevar ese tipo de registros.
  
¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Una ofrenda musical, de Luis Sagasti. Conjunto vacío, de Verónica Gerber. La materia de este mundo, de Sharon Olds. Roxana, de Daniel Defoe (hermosa edición de La bestia equilátera). Cartas a un buscador de sí mismo, de Henry David Thoreau.

¿Cuáles son tus autores preferidos?

Juan José Saer, Walter Benjamin, Jean-Jacques Rousseau, Silvina Ocampo, Samuel Beckett.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

No me atrevo a decir eso. Pero como sí creo que está muy bien darse obligaciones a sí mismo, elijo, sí, siete para mí:

  • Nadie nada nunca, de Juan José Saer.
  • Las ensoñaciones del paseante solitario, de Jean-Jacques Rousseau.
  • Calle de mano única, de Walter Benjamin.
  • La experiencia interior, de George Bataille.
  • La furia, de Silvina Ocampo.
  • Zama, de Antonio Di Benedetto.
  • Worstward Ho, de Samuel Beckett.

  ¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

El Tristam Shandy, de Laurence Sterne.

¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

Ulises, de James Joyce.

¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Dista muchísimo de ser un descubrimiento, pero Darwin: sus diarios y su autobiografía.

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Yamila Bêgné (Buenos Aires, 1983) es licenciada en Letras (UBA) y magíster en Escritura Creativa (UNTREF). En 2014 publicó su primer libro de relatos, Protocolos naturales, por Metalúcida Editora, y en 2015, El sistema del invierno, en Ediciones Outsider. Ha participado en revistas digitales de literatura, como El Interpretador y Letral, y en distintas antologías, como Una terraza propia. Nuevas narradoras argentinas (Norma, 2006), El tiempo fue hecho para ser desperdiciado. Antología urgente de nuevos narradores argentinos (Libros del perro negro, 2011) y La frontera durante (Outsider, 2014). Los límites del control (Alto pogo, diciembre de 2017) será su tercer libro de relatos.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Alberto Giordano: "Los lectores y los libros"

Alberto Giordano, autor del libro "El tiempo de la convalecencia", editado en junio de ese año bajo el sello Iván Rosado .

Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

En mi caso (soy profesor e investigador), la lectura es una forma de diversión, pero también un ejercicio profesional, así que leo y releo bastante. Por decir un número verosímil, pongamos que en 2017 leí trescientos libros, de muy distinta extensión (prefiero que no sean demasiado largos).


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

El Diario literario de Paul Léautaud (la transmutación de una vida más bien trivial en una obra interesante, a fuerza de escepticismo y sutileza). Caminantes de Edgardo Scott (un ensayo de tema y forma encantadores). Ikebana política de Claudia del Rio (los cuadernos de ejercicios de una artista pop y zen). El hada que no invitaron de Estela Figueroa (la forma en que el ritmo configura experiencias dolorosas, íntimas o colectivas, de una manera sobria y conmovedora). El chico de Roberto Videla (un pliegue inesperado y valiente dentro de una obra autobiográfica impar). La edad de la lectura y otros ensayos de Juan Ritvo (uno de los libros más sabios y estimulantes en mi formación como ensayista crítico).


¿Cuáles son tus autores preferidos?

Roland Barthes, Jorge Luis Borges, Manuel Puig, Georges Simenon, César Aira, Felisberto Hernández, Julio Ramón Ribeyro, Elvio Gandolfo, Roberto Arlt, Scott Fotzgerald.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

La cámara lúcida de Roland Barthes; Otras inquisiciones de Jorge Luis Borges; Cae la noche tropical de Manuel Puig; El hombre que miraba pasar los trenes de Georges Simenon; Cómo me hice monja de César Aira; Narraciones completas de Felisberto Hernández; La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro; Mi mundo privado de Elvio Gandolfo; Los siete locos-Los lanzallamas de Roberto Arlt; Tierna es la noche de Scott Fitzgerald.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

Memorias de ultratumba de Chateaubriand.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

Paradiso de José Lezama Lima.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

El año del pensamiento mágico de Joan Didion.


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Alberto Giordano nació en Rufino en 1959. Vive en Rosario desde 1971. Crítico y ensayista. Profesor en la Universidad Nacional de Rosario e investigador de CONICET. Entre sus libros se encuentran: El tiempo de la convalecencia. Fragmentos de un diario en Facebook (2017); El pensamiento de la crítica (2016); La contraseña de los solitarios. Diarios de escritores (2013), Modos del ensayo. De Borges a Piglia (2005) y El giro autobiográfico de la literatura argentina actual (2009).





miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mariana Travacio: "Los lectores y los libros"

Fotografía: Alejandro Jandry


Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año 2017?

Suelo leer dos o tres libros por semana. Eso da unos ciento veinte libros al año. Es lo que debo haber leído este año, también.


¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?

Leí relativamente pocas novedades editoriales este año. Eso sí fue excepcional. Se lo debo a dos vicisitudes: 1. A mi biblioteca, que me juega malas pasadas de tanto en tanto: se desordena espantosamente. Cuando el desorden alcanza un nivel intolerable para mí, me dispongo a ordenarla y sé que entro en riesgo: pierdo las riendas y acabo leyendo lo que ella me impone. Este año fue un poco así: anduve largas semanas detenida en las indeclinables imposiciones de mi biblioteca. 2. A la escritura de una novela que arrancó con un tono un tanto peculiar y que me llevó a algunas lecturas específicas, no muy contemporáneas.

Dejando estas anécdotas de lado, nombraría: "Las aventuras de la China Iron", de Gabriela Cabezón Cámara, que acabo de leer, "Una ofrenda musical", de Luis Sagasti, "Las lágrimas", de Pascal Quignard, "Notas de campo", de Hernán Ronsino, "Adentro tampoco hay luz", de Leila Sucari, y libros del año pasado que alcancé a leer este año: "Intemperie", de Eduardo Lalo, "La condición animal", de Valeria Correa Fiz, "Tres veces luz", de Juan Mattio, Sobre lo anterior, también de Pascal Quignard, y libros de años pretéritos con los que me crucé este año: "Una letra femenina azul pálido", de Werfel, -delicada pieza que leí a recomendación de Pablo Pazos-, y "La première gorgée de bière," esas bellas postales sobre la nostalgia que escribió Philippe Delerm. Y ando con muchas ganas de leer dos libros de reciente edición: "Una casa junto al Tragadero", del querido Mariano Quirós, flamante Premio Tusquets de novela, y "Cadáver exquisito", de la querida Agustina Bazterrica, flamante Premio Clarín de Novela.


¿Cuáles son tus autores preferidos?

Al voleo: Lobo Antunes, Nabokov, Lem, Borges, Rulfo, Saer, Onetti, Levrero, Macedonio, Pessoa, Lispector, Guimarães Rosa, Chico Buarque, Marcelo Cohen, Quignard, Yourcenar, Duras, Barthes, Kafka, Tolstoi, Foster Wallace, Bolaño, Vila-Matas. Algo así.


¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?

Leer es un acto de orden íntimo. No creo que se le pueda decir a otro qué debe leer. Si lo pienso desde mí, es muy difícil que avance en una lectura si no son esas páginas las que me llaman. Suelo hojear los libros, antes de leerlos: salteo contratapas, y prólogos, y voy directo a las primeras páginas. Tiene que haber algo en la gramática del texto, algo ahí, que me convoque.
Lo que sí puedo hacer es nombrar algunos libros con los que fui feliz.
Hoy es sábado, y llueve, y de un modo completamente arbitrario recuerdo, por ejemplo:

"Barra siniestra", de Vladimir Nabokov: me acuerdo de leerlo en un hotel, en las cataratas del Iguazú, en estado de deleite. Sobre el final del texto, me vi arrojando el libro contra la pared del cuarto. Después lo fui a recoger, indignada. Respiré hondo y terminé de leerlo y me escuché pronunciando en voz alta: sos un hijo de puta. Creo que lo dije más de una vez, y después me quedé ahí, inmóvil en el cuarto, hasta que se hizo de noche.
"Pnin" y "Pálido fuego", de Nabokov, también me conmovieron.

"Manual de inquisidores", de Lobo Antunes: me deslumbró su gramática de la memoria, que la vuelve materia, como si fuese palpable.

"Estrella distante", de Roberto Bolaño, o "El entenado", de Juan José Saer, me parecieron artefactos narrativos tan limpios, y tan gozosos.

"El testamento de O’ Jaral", de Marcelo Cohen, tiene unos pasajes de una precisión monstruosa.

La muerte de Iván Illich, de Tolstoi, tan palpable.

Rulfo me puede: no hay un año en que no relea "El llano en llamas" o "Pedro Páramo". Es casi una necesidad física. Hay algo en esa gramática que me limpia, o que me allana.

"Escribir", de Marguerite Duras, me  interpela: necesito volver a él, también, cada tanto.
"Leche derramada", de Chico Buarque, tiene un modo de hilvanar recuerdos que me trajo reminiscencias de Lobo Antunes y contiene, además, algunos pasajes absolutamente memorables: la mirada aguda, tan precisa.

"La familia", de Gustavo Ferreyra, es otro libro que me conmovió.

Con Pascal Quignard todavía no sé bien qué me pasa, pero algo en su sintaxis me llama poderosamente. Se me vuelve adictivo.

Lem me hace reír como pocos. "Magnitud imaginaria" o "Vacío perfecto", por ejemplo, me han hecho reír infinitamente. También, sus "Diarios de las estrellas".

Y si hablo de risas, ahora me acuerdo de una escena de "La monja alférez", de Thomas de Quincey, que es francamente imperdible.

Y así podríamos seguir, rememorando lecturas. Sólo atino a pedir disculpas por una lista tan arbitraria: es una noche inexacta.


¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?

No me juro leer. Me parece que leer es un asunto de diálogo, o de encuentro. No se le impone un amor a nadie. Sucede o no sucede. Y eso es todo.


¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?

He padecido, obligada por razones de estudio, en dos momentos de mi vida, los textos del maestro del punto de vista. No descarto que en otro momento nos podamos encontrar. Pero, por ahora, James y yo sólo hemos logrado unos encuentros desabridos, bastante tediosos y poco fructíferos.


¿Cuál fue el libro o el autor que “descubriste” durante este año de lecturas?

Quizás sea el año en que descubrí a Eduardo Lalo. Era abril. Había ido a visitar el stand de Corregidor en la Feria del libro de Buenos Aires y Federico Gori me recomendó que leyera "Simone". Eso hice. Me encontré con una gramática despojada y con una lógica fragmentaria que me interpelaron largamente. Y así seguí, este año, leyendo a Lalo.

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Mariana Travacio nació en Rosario, se crió en São Paulo y actualmente vive en Buenos Aires. Es Licenciada en Psicología y Magister en Escritura Creativa. Se desempeñó como docente de Psicología Forense en la Facultad de Psicología de la UBA y publicó diversos trabajos en su órbita profesional.
Ha recibido numerosos reconocimientos literarios en concursos nacionales e internacionales, entre ellos, ha sido finalista en el Premio Juan Rulfo (Paris, 2012), en el Premio Eugenio Cambaceres de la Biblioteca Nacional (Buenos Aires, 2013), en el Premio Caza de Letras de la Universidad Autónoma de México (México, 2013) y en el Premio Internacional Julio Cortázar de la Universidad de La Laguna (Tenerife, 2014).
En 2015 obtuvo el Premio Internacional de Relatos Cortos José Nogales (Huelva, España), y el Premio de Narrativa de la Hispanic Culture Review, (George Mason University, Estados Unidos).
Sus cuentos han sido publicados en antologías y revistas de Argentina, Uruguay, España, Cuba, Brasil y Estados Unidos.
Es autora del libro de cuentos Cotidiano, (Baltasara Editora, 2015), y de la novela Como si existiese el perdón, (Metalúcida editora, 2016). En 2018 publicará Cenizas de carnaval por Tusquets editores.