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jueves, 9 de enero de 2014

Literatura: Lecturas 2013



De todos los libros que leí durante el 2013 estos fueron los que más me gustaron: "Simone", de Eduardo Lalo; "El discurso vacío", de Mario Levrero; "Papeles inesperados", de Julio Cortázar; "Cumpleaños", de César Aira; "María Domecq", de Juan Forn y "Un maestro", de Guillermo Saccomanno.

Debe aclararse que ninguno de ellos fueron editados durante el año pasado. 

Por último, no podría enumerar a todos pero sí a algunos de los autores leídos y que también me gustaron bastante en este 2013 que acaba de irse: 

Reinaldo Arenas, Paul Auster, Julian Barnes, Jorge Luis Borges, Héctor Benedetti, Roberto Bolaño, John Maxwell Coetzee, Diego Erlan, Mariano Gallego, Carlos Gamerro, Elvio Gandolfo, Betina González, Martín Kohan, Mauro Lo Coco, Luciano Lutereau, Lucía Mazzinghi, Cormac McCarthy, Jonas Mekas, Leonardo Padura, Alan Pauls, Miguel Prenz, Sergio Olguín, Pablo Silva Olazábal, Fedra Spinelli, Italo Svevo, Johnatan Swift, Enrique Vila-Matas, Kurt Vonnegut, entre otros.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Leonardo Oyola, "Gólgota"

No caben dudas la escritura de Oyola es tan contundente como cinematográfica.
Gólgota es una novela de súper-acción, situada  en el Gran Buen Aires, que en su nombre lleva su marca y también su carga: La Matanza -Villa Scasso-.
Cuando aparece el nombre del monte donde, según los relatos bíblicos, fue crucificado Jesucristo no podemos dejar de pensar en un sacrificio. Y en el mundo de Oyola, "el sacrificio" puede ser tan doloroso para el que lo padece como también para el que lo ejecuta.
Es práctica de un tipo de lectores intentar buscar en este tipo de novelas o relatos el par “civilización y barbarie”. A Oyola esto lo tiene sin cuidado; lo que hace es sumergirse en uno de los dos polos y llegar hasta lo más profundo.
El contexto nunca es algo menor y menos en esta historia. Y la pobreza condiciona, recorta el espectro de posibilidades; aborto y venganza, el leiv motiv.
Bajo tregua se da el vínculo entre delincuentes y policías, 'chorros' y 'patas negras', que muchas veces tienen los mismos orígenes. Cuando uno de los dos actores excede su límite, la guerra se actualiza y sólo se detendrá con sangre derramada.

 “De nuestra parte se acaba cuando sepamos quién fue. Si ustedes lo quieren defender, es cosa suya. Seguiremos matándonos hasta ver cuál es el último que termina en pie. Y te tiro algo para que tengan en cuenta, Gato: policía no se nace, se hace. A nosotros se nos reemplaza por otros”.

Sin dudas, junto a Chamamé (Premio Hammett, España 2008) y Kryptonita (2011) estamos ante una de las grandes novelas del autor.
Muy bien escrita, diálogos llenos de vitalidad aunque la muerte esté rondando siempre, lenguajes recobrados, sin clichés ni pintoresquismo.
Un gran logro literario. Sobre todo en estos tiempos, donde el género policial, pareciera haberse radicado en los países escandinavos (Larsson, Mankell, Indridason, Nesbo, Holt).
Una trama que avanza, cuadro por cuadro, a diez mil kilómetros por segundo.
Y un final tan sorprendente como espectacular.


miércoles, 21 de agosto de 2013

Leonardo Oyola en Vivaldi Libros Bar


























Leonardo Oyola

Nació en Buenos Aires en 1973. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación. Escribe cuentos, novelas y notas sobre cine.

En 2004 publicó su primera novela: Siete & el Tigre Harapiento en editorial Gárgola y obtuvo una mención para el Premio Alfaguara – Clarín. Ocho años después (2012), el mismo sello que lo premió con una mención le publica esta novela.

En España, a través de la editorial Salto de Página publicó Gólgota y Chamamé. Esta última fue premiada con el Dashiell Hammett a la mejor novela policial en castellano en el año 2007.
Dos veces se importaron estas dos novelas y ambas se agotaron en menos de un mes.

De la colección Negro Absoluto dirigida por Juan Sasturain escribe la serie de la Vívora Blanca. Se publicaron las dos primeras: Santería Sacrificio.

En 2008, publicó Hacé que la noche venga en Mondadori.

Kryptonita es una novela de súper-héroes ambientada en La Matanza y fue publicada por Mondadori.
Obtuvo el Premio Novela del Año 2011 que entrega la librería y editorial Eterna Cadencia, con un jurado compuesto por ciento cincuenta personas, entre ellos, escritores y editores.

De sus textos que se pueden definir como juvenil e infantil se editó Bolonqui por editorial Norma en el año 2010 y Sopapo en 2012.

Actualmente escribe sobre cine en la revista Rolling Stone.

sábado, 3 de agosto de 2013

Leonardo Oyola, "Kryptonita"



Para esta novela Leonardo Oyola tomó una idea del Elseworld -un cambio de contexto, de época o de lugar en la vida de un superhéroe-, y se preguntó qué hubiera pasado si Superman cuando era apenas un bebé, en lugar de haber caído en su cápsula espacial en un campo de Kansas, lo hubiera hecho en un terreno baldío de La Matanza: ¿qué valores hubiera defendido, cómo hubiera crecido en el conurbano bonaerense? A partir de esta idea, se estructura esta excepcional novela.

El tiempo que transcurre esta historia no son más que aproximadamente cuatro horas; desde las cuatro de madrugada de un lunes de septiembre hasta la salida del sol en un hospital del Gran Buenos Aires. Pero decir solo Gran Buenos Aires a ese mundo tan expansivo como infinito, sería como mínimo, una imprecisión. Mejor decir Hospital Paroissien de Isidro Casanova. A este hospital llega inconsciente y a un paso de la muerte el gran héroe de esta novela: el Nafta Súper.

El Tordo

El narrador principal de “Kryptonita” es un médico. Un tipo de médico particular: un “nochero”. Él es quien nos cuenta la historia y lo que está sucediendo, algo de su propia vida, sus miedos, el demonio que lo acosa, sus largas jornadas laborales, su vía de escape, sus ganas de dormir días enteros después de extenuantes guardias.
A medida que se avanza en la narración de la historia, se va teniendo un panorama más amplio gracias a las dos voces que construye el autor: la del Ráfaga y la de Lady Di. Son ellos los que introducen a los lectores en las biografías de los personajes, sus recuerdos, sus carencias, sus tristezas y sus victorias.
Y nos llevan también al presente inmediato. Y en este presente inmediato están las bandas: la del “Nafta Súper” o “Pinino”, la de "El Pelado”, su enemigo acérrimo y "La Bonaerense”.
Oyola nos sacude, nos conmueve. No lo hace a base de tiros y ametralladoras sino a través de ilusiones y desencantos, como puede ser una merienda. Nos moviliza sin apelar al sentimentalismo y menos la condescendencia.
Una vez que dentro de este mundo es cuando se logra la identificación y es allí cuando se mezclan las categorías de la moral: “los buenos” y “los malos”.
¿Los encargados de velar por el orden y el cuidado de los ciudadanos, son “los  buenos”? ¿Son “los malos” aquellos que se atrincheran en un pabellón de un hospital de mala muerte, a la espera del ataque final de los policías, que en cualquier momento ingresarán armados hasta los dientes? ¿Son “buenos” quiénes se defienden de la policía, los que se sienten acorralados entre los uniformados  y las paredes del pabellón hospitalario?

“Esta no se la van a perder cuando se enteren. Si es que ya no se enteraron. Y déjeme aclararle, por si hace falta, que los ‘patas negras’ no se van a aparecer con un pedazo de vidrio verde. La Bonaerense va a venir con todo”.

Lenguaje

En el inicio, Oyola aborda la cuestión del lenguaje con la precisión de un filólogo y lo transmite con la capacidad de un gran divulgador. Lo hace partir de una palabra llevada al tiempo verbal del pasado perfecto que se utiliza en cierta  jerga médica para referirse al fallecimiento de una persona: “obitó”, término que no existe como verbo para la Real Academia Española. El narrador, el médico nos deja en claro que hay un lenguaje que se utiliza en el hospital público y otro para los que se atienden en las obras sociales o prepagas (ya desde el sentido, dos palabras, dos objetos, dos frases absolutamente distintas).

¿"Civilización y barbarie" o "el Poder una bestia magnífica"?

El médico, ¿es un “otro”, es un ilustrado, es un “civilizado” que ejerce el poder sobre el resto del mundo hospitalario? Podría pensárselo de ese modo en algún punto pero no en todas sus dimensiones.
Más bien surge el interrogante si ese mismo poder al cual nos estamos refiriendo es el que aplasta –con suma fiereza- al médico. Es cierto que le queda al menos una pequeña parte de un poder que le da su título, su profesión, y la ejerce, a veces más sutilmente, otras no, sobre los pacientes y los familiares de estos.

Pero en el mundo que construye Oyola el poder está en un lugar muy lejano. No se lo puede ver, ni siquiera intuir. Solo accedemos a sus efectos. Como lector, es cierto, lo podemos imaginar. Pero las inferencias se pueden realizar, se deben hacer a partir de la información que el propio texto ofrece. Y las que hacen sentir el rigor del poder son las instituciones. El Estado, a través del encierro, el control, el hospital, las fuerza de seguridad: la potencia de estas estructuras, de sus agentes, sus funcionarios, sin importar si están bien ejecutada o no.

El médico “nochero” es el que recibe una paga “en negro” por parte de otros médicos que no quieren estar ahí, que gozan de un muy buen sueldo y que por eso, le pueden pagar a otro para que haga ese trabajo indeseable: la guardia nocturna. Pero también este “nochero” acepta dinero por hacer algo que no está en el juramento hipocrático. El nochero no firma certificados ni recetas. El nochero no existe para el hospital y por ende, tampoco para el Estado.
Para el Estado quienes trabajan son los que figuran asignados en las planillas.
Y la policía aparece con una práctica desvirtuada, por decirlo de una forma, sin aclarar que cuando funciona “normalmente” también está ejerciendo otra forma de poder, pero que no desarrollaremos acá. La policía como aparato delictivo, corrupta, “trabajando” en conjunto con una de las bandas mencionadas, y que tiene en sus miembros la facultad de decidir quién puede seguir viviendo y a quien se debe “dejar morir”: el oficial Ventura y el pibe chorro, “el Orejón”.


El triunfo de la ficción y la última heroína

Por último, decir que “Kryptonita” es más que una historia de superhéroes en La Matanza; es un relato fascinante en el que Leonardo Oyola con los datos de la realidad al alcance de su mano y de su propia vida, prefirió correr el riesgo de animarse a la ficción y desestimar quizás el camino más sencillo, muchas veces carente de vuelo: el realismo. 
Nafta Súper, El Ráfaga, Juan Raro, El Faisán, Lady Di, Pepita la pistolera, el Federico o Señor de la Noche, el perrito Miguel, Corona, el Cabeza de Tortuga, El Pelado, personajes devenidos en héroes y villanos de esta gran novela. 
Y una mujer que se convertirá en una heroína inesperada, a medida que el reloj avance hasta que se vean, se hagan sentir, los primeros rayos del sol de esa mañana de lunes de septiembre.