miércoles, 26 de abril de 2023

Taller de Lectura Juan José Saer | La pesquisa (1994)


Conexión 
París 🇫🇷 Colastiné 🇦🇷

Cuando apareció La pesquisa en 1994, llamó la atención que Saer hubiera escrito una novela enmarcada en lo que podemos definir como género policial. Esta idea no fue producto únicamente de una determinada lectura, sino que aparecía en el paratexto del libro. Por ejemplo, en la página 3, se presentó a la novela de la siguiente manera:

“Juan José Saer. La pesquisa. Novela policial”.


En la contratapa se ratifica la supuesta pertenencia al género y se refiere a ella en esa dirección: “Relato fascinante, aguda reflexión sobre la racionalidad, el crimen y la locura. La pesquisa es la gran novela policial de Juan José Saer”.

Sin embargo, quienes habían leído al autor, sabían que no iban a encontrarse con una historia sujeta a las reglas y convenciones del género; mucho menos a la condición más específica e importante de todas, la que tiene que ver con el interrogante:

“¿Quién es el culpable?”


Por supuesto, esta pregunta estará inevitablemente en el transcurso de la narración. Porque no se trata de romper absolutamente con el género. Pero sí es necesario aclarar que en La pesquisa habrá otros enigmas importantes por revelar, además de la identidad del asesino:

📌¿Quién cuenta la trama de La pesquisa?

📌¿Quién es el autor de la novela que está dentro de la novela, “En las tiendas griegas”?

📌¿Quiénes asesinaron a la pareja de Nadie nada nunca (1980)?

📌¿Dónde están los cuerpos?


Como decíamos anteriormente, La pesquisa no se queda atada a las características convencionales del policial, sino que, en palabras de María Teresa Gramuglio cuando habla de la literatura saeriana en su totalidad afirma que “cada una de sus novelas ensaya una forma nueva, introduciendo transformaciones en los diversos niveles del retrato, sea la extensión, la estructura de su composición, el tono o las voces narrativas”.

 

“Por el solo hecho de existir, todo relato es verídico”


Dividida en tres partes, la primera transcurre durante el invierno en Francia, en vísperas de la navidad parisina. El narrador, a quien todavía no podemos identificar, nos cuenta una serie de crímenes (veintisiete) de mujeres ancianas y solitarias, y da abundante información sobre la biografía de Morvan, el investigador de los asesinatos.

En la segunda parte, la historia transcurre en la zona saeriana por excelencia, en Rincón, en Colastiné, en “la ciudad”. Un 26 de marzo, y bajo un calor embrutecedor, tres amigos conversan durante una cena sobre los crímenes seriales de París, sobre el descubrimiento del dactilograma de 815 páginas, una novela inédita titulada “En las tiendas griegas”, y en donde, además, tratarán de descubrir quién es el auto de los crímenes. ¿Será Washington Noriega? También, durante el día, Pichón Garay, Tomatis y “Pinocho”, Marcelo Soldi (en esta novela hace su aparición en el universo ficcional saeriano), viajan en lancha por los ríos del Paraná y el pasado vuelve, interpela e  incómoda sobre el destino de Elisa y el Gato Garay, justo al pasar por la casa de Rincón.

Planteados los interrogantes, los conflictos y las motivaciones, y el recuerdo, parecería quedar todo preparado para que en la tercera parte se despliegue “la verdad” sobre las preguntas planteadas. Cuando todo parecería indicar que la identidad del asesino ha sido revelada, Tomatis se adueña de la palabra y su discurso ofrece otra posible respuesta, radicalmente opuesta, que vincula a otro personajela “autoría” de los asesinatos de las mujeres.

En La pesquisa, si bien su prosa parecería mucho más amena en cuanto a la facilidad de su lectura, gracias a la velocidad que le da al relato y a la sucesión de acontecimientos que nos propone, vertiginoso para la habitual morosidad descriptiva saeriana, parecería ser de una complejidad menor respecto a, por ejemplo, Nadie nada nunca (1980). Sin embargo, las puertas de acceso que brinda la novela nos enfrentan a un desafío nada menor respecto a los universos propuestos: la crítica al racionalismo cartesiano, a la idea de civilización, una feroz crítica a la sociedad de consumo, una serie de referencias simbólicas y mitológicos que dan sentido a los hechos que se cuentan, la discusión sobre la verdad de la experiencia y la verdad de la ficción.

 

El tiempo de La pesquisa, su portada y su relación con Nadie nada nunca y otros textos


La primera edición de La pesquisa se publicó en 1994, un año después de Lo imborrable (1993). En una entrevista con Martín Prieto, Juan José Saer afirmó que el tiempo de escritura de La pesquisa fue de quince meses, tiempo bastante menor si lo comparamos con el que le llevó escribir Nadie nada nunca (1980), -alrededor de seis años según la cronología que cuidadosamente corrigió Sergio Delgado en Zona de prólogos (2011), a la de Julio Premat en La dicha de Saturno (2002); o un poco más que Cicatrices (1969), que la escribió en veinte noches.

Su portada actual mantiene la imagen que fue tapa de la edición original Mirando al cielorraso, del artista plástico y amigo del autor, Juan Pablo Renzi, que, además, fue el compañero de la María Teresa Gramuglio, una de las intelectuales que más hizo por la consagración y reconocimiento (junto a Beatriz Sarlo y Susana Zanetti), de la obra de Juan José Saer.

El vínculo de La pesquisa con Nadie nada nunca es de gran proximidad. En Nadie nada nunca, el Gato Garay es el protagonista de la historia narrada; en La pesquisa, los es su hermano gemelo, Pichón Garay, que vuelve a la zona saeriana después veinte años de haberse radicado en Francia.

Si en Nadie nada nunca conocemos la casa del Gato desde adentro, en La pesquisa la veremos desde el exterior, desde el río, luego de un paseo en lancha “La rubita”, del padre de “Pinocho” Marcelo Soldi, presentado por Tomatis ante Pichón de la siguiente manera: “le sobra polenta como pensador”.

En este taller ampliaremos las conexiones saerianas: dos relatos del libro Lugar (2000), vienen a dialogar respecto al futuro de La pesquisa, que se suman a las relaciones ya vistas con A medio borrar, cuento largo o nouvelle del libro La mayor (1976).


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Inscripción y consultas:

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Fernando Torres