martes, 28 de octubre de 2014

Pablo Alabarces: "Héroes, machos y patriotas"

Publicada en Revista Aglaura: http://www.revistaaglaura.com/#!resea21-de-hroes-machos-y-patriotas/c1qok


Octubre de 2014. “Héroes, machos y patriotas”, de Pablo Alabarces, invita a la reflexión sobre el fútbol argentino y sus problemáticas, no de sus grandes épicas o hazañas deportivas sino a partir de su dimensión cultural, debido a su carácter popular y, además, por ser un fenómeno de masas.
Apoyado en trabajos anteriores como “Fútbol y patria” (traducido a varios idiomas) y “Crónicas del aguante”, este libro se articula sobre tres ejes principales: la identidad (nacional, tribal, género y sexualidad), la violencia (el “aguante”), y el papel de los medios de comunicación masivos en épocas de la globalización, y sus modos de narrar el fútbol, inclusive el discurso publicitario.
Respecto a la propuesta de lectura, observamos que en la escritura de “Héroes, machos y patriotas” prevalece más el tono coloquial que el discurso académico, no obstante, sin prescindir de la necesaria rigurosidad argumentativa. Cabe destacarse que este libro ofrece distintas materialidades de trabajo como, por ejemplo, el cine de ficción y documental, además de muchísima literatura: textos de Fabián Casas, Roberto Fontanarrosa, Eduardo Galeano, Nick Hornby, Emilio Sacheri y Osvaldo Soriano, entre otros.

Junio de 2014. Durante el último mundial de fútbol disputado en Brasil, una fiebre futbolística envolvió a miles de hinchas argentinos. La canción “Brasil decime que se siente” devino una especie de himno futbolero. Sin embargo, tal como lo demuestra el autor, en su letra se evidencia “un compendio de lugares comunes de la retórica aguantadora y un modo de afirmación narcisista para distinguirse en la pantalla global”.

Julio de 2014. Argentina vence a Holanda por penales en San Pablo y Javier Mascherano se consagra como ídolo en lugar de Lionel Messi, quien probablemente sea uno de los mejores jugadores de todas las épocas. Esto sucede porque Messi carece de la condición plebeya y popular que tuvo Diego Maradona, rasgos imprescindibles para la articulación efectiva del relato deportivo de la patria.

Agosto de 2014. De la efervescencia nacionalista acontecida durante el mundial de fútbol ya nada queda. Los hinchas de San Lorenzo festejan en soledad la obtención de la Copa Libertadores, el trofeo más importante a nivel de clubes de Sudamérica. De parte de los “otros” hinchas de los equipos argentinos subyace la indiferencia o el deseo de la derrota azulgrana.

Junio de 1978. Se juega el mundial de fútbol en la Argentina bajo la dictadura militar. Fuerte endeudamiento para que se realice dicho torneo. La censura. El silencio. Años después, César Luis Menotti, director técnico de aquel seleccionado, enuncia una de las frases más torpes que se dijeron sobre fútbol: “Se juega como se vive”. Pablo Alabarces recoge esta sentencia, la deconstruye y la vuelve estéril. Nada más alejado del fútbol que los determinismos. El 6 a 0 contra Perú. La película “La fiesta de todos”. Los festejos en la calle: “¿manipulación, acción popular o estupidez colectiva?”. ¿Una posible respuesta ética? Renunciar al triunfo, devolver el trofeo y las medallas, propone Pablo Alabarces.

En  “Héroes, machos y patriotas” el autor vuelve sobre el concepto del “aguante” y nos ayuda a comprender que la violencia en el fútbol no es cosa de “bárbaros”, “inadaptados” o “salvajes” sino que responde a una lógica racional e interesada. Que esa lógica es parte de un mundo moral según el cual “defender el honor, el territorio, la tradición, el orgullo de barrio, el equipo y los colores es tarea de machos que deben ser ejecutadas con el cuerpo a partir de una serie de prácticas especialmente violentas”.

En sintonía con algunos de los principales temas de la agenda pública Alabarces explicita la necesidad de cambiar de raíz el programa Fútbol para todos, esa retórica de la pasión como mera continuidad a la iniciada por TyC en los años noventa,  y que, según el autor, “en el Mundial de 2014 nos sometieron a exactamente lo mismo; nos llenaron de patrioterismo y falta de profesionalismo disfrazado de hinchismo; siguieron proclamando el ‘a ganar o morir’ organizado por la lógica aguantadora”.
También plantea la necesidad de llevar a cabo un programa específico para la erradicación de la violencia en el fútbol argentino no sin desarticular los nexos entre “barras”, actores políticos y fuerzas de seguridad, incluyendo en la problemática la legitimidad que ofrecen los “hinchas comunes” frente las prácticas violentas.

Por último, y luego de haber dejado constancia de los principales problemas que acontecen en el fútbol argentino, Pablo Alabarces dice que es hora de “reclamar su devolución” y por consiguiente, su democratización. Pero para lograrlo, será indispensable una verdadera insurrección hinchística, revolución mucho más realizable de lo que todos imaginamos y pensamos.

viernes, 10 de octubre de 2014

Patricio Eleisegui, "Nubes de polvo sopladas a cañonazos"

Publicado en Revista Aglaura: http://www.revistaaglaura.com/#!resena13-nubes-de-polvo/cbvq



Nubes de polvo sopladas a cañonazos de Patricio Eleisegui se compone de cuatro historias. Todas están escritas en primera persona y tres de ellas tienen como protagonistas a un médico, un académico y un policía respectivamente. La violencia en mayor medida, pero también el desencanto, probablemente sean los temas que predominan en los relatos que forman parte de este libro.

En el primero de ellos, Jacarandá, aparece una única voz. Esa voz es la de un médico que se indigna ante un trabajo de albañilería mal realizado. Su discurso, prejuicioso y feroz, sea este dicho o remita a un mero discurrir de su conciencia, estalla contra un “otro” como odio de clase. A ese “otro”, se lo presenta como “hijo de puta”, “malagradecido de mierda”, “indio”, “pervertido”, “ignorante”. En la larga lista de insultos, donde equivocadamente podríamos intuir exceso, Eleisegui construye una serie completa de significados en relación a la violencia, de la que no están exentas las mujeres, ya sea las de su propia clase (su esposa) ni mucho menos, las de una clase ajena (la mujer de ese “otro”): 

“Y encima también se trajo a la gorda tartamuda esa, que lo único que hace es gastar detergente y romper los platos que le doy para que lave. ¡Diez platos me rompió la mogólica en un día! (...) Mi mujer es otra boluda que no valora un carajo. Se cree que la guita la cago. Un día ¡Juro por Dios que un día! la voy a poner a ella a mirarle la concha a todas las catingas del conurbano que caen en mi consultorio”. 

Jacarandá es un relato breve. Su extensión no supera las cuatro páginas pero no por ello es menos efectivo a la hora de evidenciar la doble moral del médico. Quién haya leído a Osvaldo Lamborghini, creador de un género que agotó él mismo, fundamentalmente el de El niño proletario y de El fiord, cuando lee a Eleisegui, sabe que cuando se narra el odio, los límites en la literatura pueden dejar de existir.

El segundo relato Al final de la avenida es el de mayor extensión del libro. El mérito de Eleisegui consiste en sostener al lector hasta el final del cuento, habiéndole dado a este, la posibilidad de conocer el desenlace en el primer párrafo:

“El día que expulsamos a Diego de nuestro barrio, el sol pegaba fuerte sobre las fachadas de gran parte de los edificios que rodean a la Plaza del Congreso”.

El relato transcurre en una Buenos Aires, donde los lazos de solidaridad son cada vez más débiles en detrimento de un individualismo que avanza, no sin crueldad. Una ciudad en caída libre hacia la descomposición en la que algunos de sus habitantes, al pretender mostrar su cara urbana más linda, simultáneamente, se proponen ocultar sus indisimulables miserias. 
En este juego de visibilidad e invisibilidad, un grupo de vecinos (el mejor personaje del cuento –aunque no sea el principal - es Ernesto Levalle, dueño de una torre de departamentos) está dispuesto a maquillar el barrio ante sus ilustres visitantes: los turistas. 
Uno de los personajes principales de Al final de la avenida es un académico de bajo vuelo, inmerso en el hastío pero también adaptado a él, capaz de mencionar a George Bataille o Walter Benjamin pero incapaz de reaccionar ¿o no quiere hacerlo? cuando esté frente a un acto vejatorio; que busca o ¿encuentra? sexualidad virtual en cibercafés, que necesita de ansiolíticos para concebir el sueño. 
El otro personaje es Diego, un nene en situación marginal, que pide dinero en la calle y a cambio de ello, puede quedar expuesto a aberraciones que Eleisegui está dispuesto a narrar. 

El tercer relato del libro es La entrerriana y es bastante distinto a los restantes que componen este libro. Si bien la violencia no se hace tangible de manera demasiada explícita, la atmósfera construida en el texto no deja de ser desoladora. Se muestra la ruptura de la armonía entre la técnica instrumental del hombre y la naturaleza:

“Desmonte. Tala. Aserraderos. Entre Ríos. Hojarasca que muere, sin ruegos, mientras el sol hunde la mirada; juega al distraído y comparte la crueldad de un hacha incesante”.

Sólo una objeción. El abundante juego de las descripciones y metáforas a veces, envuelve al relato en una suntuosidad que no necesita y de la que por supuesto, puede prescindir:

“Llora. Llueve. Agua sobre la ruta 12. Un automóvil que cruza, de rodillas, la sonrisa húmeda del arroyo Flenche”.

Sin embargo y a contrapunto de lo enunciado anteriormente, no pueden dejar de apreciarse algunas frases de Eleisegui donde la función poética prevalece y embellece lo narrado:

“Duelen los sueños cuando alguien nos despierta antes del final.Y el vacío. La inmensidad. El silencio de bosques danzantes y una pradera desprovista de piernas que la atraviesen”.

El último texto del libro de Eleisegui es Yo miré bien. Allí se narra el extenuante y sangriento enfrentamiento armado entre el ejército, la policía y “extremistas”, al ingresar por la fuerza estos últimos en un cuartel militar, en épocas de la presidencia de Raúl Alfonsín.

“Ahora van a ver lo que es el infierno. Ahora somos bondad y castigo divino, jueces cubiertos de tizne y con cargadores metidos hasta en los calzoncillos”.

Contado desde el punto de vista de un policía, el relato puede ser leído también como condensación de una historia compleja y no menos dramática de la violencia política argentina, donde el horror de las armas y la tortura, la des-humanización y el ensañamiento, son perfectamente descritas por Eleisegui.
Nubes de polvo sopladas a cañonazos se publicó a fines de 2013 en el marco del proyecto editorial Exposición de la actual narrativa rioplatense, que tiene como principal objetivo difundir autores y obras que todavía no han circulado masivamente.

Ficha técnica

Autor: Patricio Eleisegui
Título: Nubes de polvo sopladas a cañonazos
Editorial: Milena Caserola El 8vo. Loco Ediciones
Año de edición: 2013
Páginas: 96