martes, 13 de diciembre de 2016

"Sueños de trenes", Denis Johnson

I

Estados Unidos. Fines del siglo XIX hasta fines de la década del setenta. Si la novela es la historia de un destino, “Sueños de trenes” cumple esta idea a la perfección. Robert Grainier, nacido en 1886 es un jornalero devenido obrero ferroviario. Lo fantástico como posibilidad para narrar lo que sucede en la intersección del misterio y de la superstición. Justamente en esa zona, Denis Johnson nos abre un camino.

II

La tala de árboles, la posterior utilización de los troncos para la construcción de puentes ferroviarios, el objetivo de poblar esas tierras que ya no son del bosque, pueden pensarse como síntoma del “progreso” que también atravesó a esa nación. Idea que recorrió el mundo ya no como fantasma pero sí con su propia carga mitológica y que auguraba a los países “civilizados” un punto de llegada no menos que prometedor.

III

Una de las características más destacadas de la novela de Johnson es que si bien el tiempo del relato no deja de avanzar y se permite algún flashback, la prosa de este autor no prescinde de la paciencia que hace que cada párrafo lleve un ritmo tan musical como armonioso. Sus descripciones merecen destacarse ya que si bien no son microscópicas menos renuncian a la elegancia:

“A Grainier no le gustaron las sombras, las siluetas larguiruchas de los abedules ni las nubes que tapaban la media luna amarilla. Todo parecía diseñado para asustar al niño que llevaba dentro”.

IV

La novela comienza con un intento de justicia por mano propia: un grupo de operarios que construye un puente quiere arrojar a un operario chino supuestamente por haber robado en el almacén donde los obreros gastan lo que ganan. El mundo que los contiene se ocupa de reducir los bosques y armar gigantescos puentes:

“Las vías solamente eran para transportar la madera una vez fuera del bosque”.

V

Lo anecdótico suele darle un aire fresco al relato. En 1950 Grainier vio en un circo itinerante al hombre más gordo del mundo y también a un muchacho rural que viajaba en tren y que pronto se convertiría en un icono de la cultura de masas norteamericana: Elvis Presley.

VI

Una de los pasajes más escalofriantes de la novela es el encuentro de Grainier, a sus trece años, con un “trota” (vagabundo o mendigo): el espeluznante William Coswell Haley. Un acto de violencia sexual llevada a cabo bajo la más absoluta perversión.

VII

Difícilmente haya un período en el siglo XX donde no se vinculen estos dos significantes: “Estados Unidos” y “guerra”. En “Sueños de trenes”, la guerra aparece pero su impronta es lejana:

“La guerra en Europa había generado una gran demanda de madera de pícea. En realidad hacía dieciocho meses que se había firmado un armisticio, pero el capitán estaba convencido de que los armisticios eran simples situaciones temporales hasta que se reanudaban las batallas y uno de los bandos masacraba al otro hasta no dejar a nadie vivo”.

Tampoco hay mención a los conflictos internos de dicho país. La geografía de la novela es la tierra de la tribu de los Kootenai, pueblo originario que aparece en esta historia sólo a través de algunas de sus leyendas.

VIII

De Grainier sabemos casi todo. Pero casi nada sobre sus padres ni de su infancia. Solo que llegó a Idaho porque lo habían enviado en un tren a los seis o siete años. Grainier creía que pudo haber nacido en Utah o Canadá en 1886. Todo se presume. Sí sabemos que dejó la escuela a los doce o trece años.
Ya adulto, Grainier adquirió una media hectárea de tierra en un acantilado de Moyea. Se la compró a un joven que quería su primer automóvil, un Ford T. En esas circunstancias, llevó a Gladys a conocer el lugar y se besaron por primera vez. Cada paso dado era para acercarse a la felicidad, más aún con el nacimiento de Kate. Hasta que llegó la tragedia.

IX

En sus últimos años, a pesar de todo lo que vivió, Grainier vería a nuevos obreros jóvenes trabajando (tal vez como lo hubieran visto a él), tirándose unos diez o doce metros abajo para rebotar en la red de seguridad, divirtiéndose en la construcción de nuevos puentes que ya no serán de madera, sino de metal. Los bosques fueron recuperando su fisonomía, una vez superados los momentos de la intervención del hombre.
Un lugar en una época, la de la etapa final de Robert Grainier donde no sólo el ferrocarril, los automóviles y los aviones son moneda corriente, sino de naves espaciales que desde algún tiempo atrás habían comenzado a orbitar por la galaxia.

X

¿Por qué la historia de un destino? Porque es la historia de un hombre corriente que a pesar de haberse caído en el infierno, siempre y de algún modo, intenta aferrarse a la vida.

2 comentarios:

  1. Gran acercamiento a modola de notas de lectura. Me han dado ganas de leer «sueños.de trenes». Bravo.

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