jueves, 5 de septiembre de 2013

Martín Kohan, “Cuentas pendientes”

Publicada en 2010, “Cuentas pendientes” es uno de esos libros que son mucho mejores de lo que su recorrido de prensa y números de ventas dicen. Esta novela puede leerse como una breve historia de la desdicha. Si en “Ciencias morales” el autor trabajó con el autoritarismo y la violencia de estado a partir del colegio más emblemático de la Argentina, en “Cuentas pendientes” el foco de su mirada se ajustará a lo privado y singular, al mínimo fragmento del sentido en relación con aquello que se dice, repite y amplifica sin necesidad de ser pensado: el sentido común.

“Lito” Giménez es el personaje principal de esta historia. Es un sujeto reaccionario que lleva en sí mismo las ideas más rancias de una parte de la sociedad argentina. Critica y desprecia la sociedad en la que vive pero es incapaz de observar sus propias acciones, mucho menos de revisar parte de su pasado, la que tiene que ver con su hija Inés, sustraída a sus padres biológicos “desaparecidos”, gracias a la ayuda de un militar cercano suyo, el coronel Vilanova.
Desde la primera página Kohan nos deja muy en claro la atmósfera en que transcurre toda la obra: opresiva, tediosa, viciada. En la superficie de la trama están las penurias económicas de “Lito” Giménez por el atraso en el pago de varios meses del alquiler. En lo profundo, la infelicidad de la vida cotidiana, el hastío, que acontece sin necesidad de ser provocada por un hecho imprevisto o catastrófico. Pero “Lito” Giménez no es el único que colabora en la construcción de este clima denso. Los restantes personajes importantes de la novela (y los que no lo son tanto, también) no son ajenos al infortunio. Elvira, la ex mujer de Giménez, ya no convive con él pero su casa está unos pisos arriba de la de “Lito”. Cuida a su anciana madre doña Irma que está en sus momentos finales y que en caso de necesitar ayuda recurrirá a Giménez para que lo asista. Inés, hija de ambos, los visita los fines de semana sin Carlos, su marido, ya que anda con su matrimonio a cuestas.

Para Kohan la dictadura de 1976 no es un tema menor. En “Cuentas pendientes” el coronel Vilanova es uno de los personajes que hace su voz un desparramo ideológico: comentarios machistas, humor inoportuno, negocios poco claros, y un sinfín de opiniones políticas dan cuenta de su retrógrada mirada del mundo. “Con las viejas locas vaya y pase, se cagaban bien de frío y se cagaban bien de miedo y supieron aguantarse todo (…) ¡Pero qué saben los pendejos! Las viejas son insoportables, ‘qué digan dónde están’. Y es como ya lo explicó el presidente: ¡no son! ¡No están! Más gráfico imposible (…) El aborto les parece bien: asesinar a bebitos indefensos. Pero salvar a otros bebitos, rescatarlos y ponerlos en manos de alguna buena familia que los cuide y que los quiera, ¡todo eso les parece mal!”.

La antítesis del Giménez será el “dueño”, escritor y profesor al que Giménez en varias ocasiones le dice “negro” no tanto en tono discriminatorio como sí en un exceso de confianza. Discute, conversa sobre los cuatro meses de alquiler, los punitorios. Giménez promete pagar pero le pide que “aguante”, que espere un poco más, que va a pagar todo ‘porque corresponde’.  Saliéndose de ese tema, Giménez comienza a hablarle de literatura, de algo que él mismo no sabe mucho como sí sabe el “dueño”. Porque el “dueño” es un profesor, un letrado. Pero igualmente Giménez algo le dirá, porque es de esas personas que cree que de todo “algo” sabe. Y la ocasión lo lleva a hablar de policiales, de libros gordos, de bestsellers. Le presta un libro, lo obliga al “dueño”, a que se lo lleve y lo lea. Paradoja: el “dueño” pasa a deberle inquilino moroso un libro y una lectura.
Y como la charla hace a la situación, la situación sigue hacia otros carriles. El “dueño” le cuenta a “Lito” algunos detalles de la relación entre el mercado editorial y un escritor como él.  Entonces llega el momento en que el “dueño” tiene que irse. Se va con tantas dudas como cuando llegó sobre si podrá cobrar la deuda. En su pensamiento, a medida que se va de la casa de Giménez, al “dueño” lo invade una incertidumbre mucho más acuciante o dolorosa: la sospecha de que Luciana, su mujer, lo esté engañe con otro hombre.

 “Cuentas pendientes” inicia el relato con una tercera persona y lo finaliza con la primera. El juego que nos propone el autor es tratar de ver si estas dos voces, finalmente, no son la misma. Vale decirse que la forma de numerar los capítulos de Martín Kohan es realmente ingeniosa, como ya lo hizo en novelas anteriores.
En una entrevista que le hicieron a Alan Pauls sobre Martín Kohan dijo quizás estamos frente al mejor novelista argentino de la actualidad y el de mayor proyección en el género. Es un creador de maquinarias perfectas e inexpugnables. Pocas veces mejor descrito.

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