martes, 1 de octubre de 2013

Pablo Silva Olazábal, "Conversaciones con Mario Levrero"

Pues bien, el fenómeno Mario Levrero ha llegado para quedarse. 
Y esto ocurre porque día a día, a partir de su calidad literaria y de su capacidad creativa, va sumando nuevos y numerosos lectores. ¿Su principal estrategia de difusión? Ni más ni menos que el ya conocido “boca a boca”
Su obra, inédita e inconseguible durante muchos años, afortunadamente está disponible casi en su totalidad. Sus títulos más destacados,“La novela luminosa”, “El discurso vacío”,”Diario de un canalla”, “Dejen todo en mis manos”, “La ciudad”, “El lugar”, “París”, entre otros, están siendo publicados por Random House Mondadori.
Y no sólo eso… En lo que va del año, al menos tres son los libros que se publicaron sobre el escritor montevideano: “Un silencio menos” (Mansalva), “La máquina de pensar en Mario” (Eterna Cadencia) y “Conversaciones con Mario Levrero” (Editorial Conejos). De este último, me ocuparé brevemente.

Es correcta la sentencia de la contratapa cuando se nos dice que este es un libro necesario.  Pero vale agregar que “Conversaciones…” también es un libro para disfrutar; tanto para los lectores habituales de Mario Levrero como también para aquellos que lo están descubriendo. 

Compuesto por una larga serie de entrevistas, a través de “Conversaciones…” se podrá acceder a los pensamientos del escritor uruguayo: la relación entre literatura y arte, sus manías, métodos de escritura, cuestiones referidas a la imaginación y a la invención, el estilo, la técnica.

“Las técnicas son las que vos usás en cada texto y sirve para ese texto. Si otro las usa, será un imitador tuyo, de modo que más te vale no estudiar técnicas”.

Nacido en Uruguay, Pablo Silva Olazábal fue alumno del taller virtual de Levrero y las entrevistas que aparecen en este libro son producto de los correos electrónicos que se enviaron mutuamente. Como bien dice Silva Olazábal, “las palabras de Levrero surgen del contexto de una correspondencia personal: esto quiere decir que el tono usado por Levrero no es exactamente el de sus pocas apariciones en la prensa escrita”.

En este libro también podemos conocer los gustos literarios de Levrero: Kafka, Faulkner, Proust, Calvino, Chandler, Hammett, Onetti, Joyce, entre otros. Pero también nos dice qué escritores no le gustan ni un poquito (tarea para el lector averiguar quiénes son).

Escribir un texto no implica la finalización del mismo. Luego viene un proceso, que en muchos casos puede ser arduo y duradero, que es la fase de corrección. Respecto a ella, Levrero nos dice:

“Los textos necesitan corrección, es cierto. Yo nunca publico nada sin que por lo menos alguien de mi confianza lo haya leído y me haya señalado lo que le suena mal. Hace unos años, entusiasmado con la electrónica, corregí una novela eliminando repeticiones abusivas de ‘qué, ‘de’ y mil cositas más. El texto quedó perfecto. Después se publicó un fragmento en una revista y cuando lo vi me agarró una terrible depresión. No era mi texto. No era nada. Era una mamarracho insufrible. Por suerte había conservado la versión anterior, con una etiqueta que decía ‘para quemar’ (y de haragán no había quemado nada), y me tomé el trabajo de restituir al texto todo lo que le había corregido. Y por  suerte, así se publicó. Llena de esas imperfecciones que hace a mi estilo”.

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