viernes, 5 de julio de 2013

Enrique Vila-Matas, "Dublinesca"

El personaje principal de esta novela dividida en tres capítulos tituladas Mayo, Junio y Julio, es
Samuel Riba, un editor de Barcelona venido a menos por ‘culpa del mercado’ y sobre todo por la falta de ‘buenos lectores’. Riba ya no es un alcohólico pero volver a la bebida es una posibilidad latente. 
Otros personajes que tienen un papel destacado en la historia son su mujer Celia, próxima a convertirse al budismo y los escritores amigos de Riba, Javier, Ricardo y Nietzky,  invitados a viajar a Dublín.
No está de más decirse que en Dublinesca abundan referencias y alusiones al “Ulysses” de James Joyce. No faltan truenos y tormentas; un ritual funerario muy particular, una especie de homenaje a la creación de Joyce sobre la muerte del señor Dignam. 
Riba también es un ‘viajero’. Al inicio de la novela está recién llegado de Lyon. Ahora se propone llegar por primera vez a Dublín un día emblemático para la literatura universal, el “bloomsday” (16 de junio).
Respecto a la trama podemos anticipar que el relato se organiza a partir de un sueño en donde Riba se ve a sí mismo caminando bajo los efectos del alcohol por las calles de una ciudad que aun no conocía, la ya mencionada Dublín. Celia lo sorprende en ese estado y ambos terminan arrodillados en una vereda, no sin antes preguntarle: “¿Por qué regresaste a la bebida?”. 
Riba tiene “una editorial que se apaga”, que desea vender pero que ya no recibe ofertas. Sus escritores, a quienes él mismo editó ya no lo llaman. Lo aflige la caída de la Era Gutemberg y ve con pesimismo el advenimiento de la era digital. Pero también lo perturba el éxito de los best-sellers y mira con desdén a los editores ‘estrellas’, esos que hoy en día casi no leen.
Como anticipamos anteriormente, para Riba, llegar a Irlanda el 16 de junio es tanto un homenaje a Joyce como una ceremonia funeraria de la literatura de imprenta y no un conjuro. Y será el mismo Riba quién le dedique las últimas palabras, quien pronuncie el réquiem final. 

Vila-Matas intenta construir un personaje con sensaciones de angustia, tal vez como se sintió Leopold Bloom, y el intentar hacerlo, también le permitiría trasladarle a Riba la angustia del personaje joyceano. Su fanatismo por el genio irlandés le hace escribir cosas tales como:
“Sabe que si va a Dublín, volverá a sentirse, tal como en otra época se sintió en Francia, un forastero. Maravillosa sensación de ser de otro lugar. En Dublín, será un forastero, como lo fue Bloom” (pág. 69.) 
“Decide que ahora lo más sano será lanzarse a conocer Dublín con sus amigos, con su Martin Cunningham y su Power particulares (pág. 171).

El mundo según Riba (o Vila-Matas)
Una de las preguntas que siempre dan vueltas en la literatura tiene que ver con la traducción de las grandes obras. Es muy interesante, o mejor dicho, elogioso lo que se comenta sobre el primer traductor al español de “Ulysses”, del misterioso J. Salas Subirat: “Y no se le escapa ahora que muchos de los que encuentran Ulysses insoportable ni siquiera se han molestado en pasar de la primera página de un libro sobre el que dan por sentado que es plúmbeo, complicado, extranjero, falto de la castiza y proverbial gracia hispana. Pero él (Riba) da por sentado que esa primera página del libro de Joyce, ya sólo esa primera página, se basta sola para deslumbrar. Es una página, aparentemente nimia, que sin embargo ofrece en sí misma un mundo completo y extraordinariamente libre. Se la sabe de memoria en la versión ya mítica de aquel primer traductor del libro al español, de aquel traductor tan genial como extraño gran aventurero que fue J. Salas Subirat, autodidacta argentino que trabajó como agente de seguros y escribió un raro manual, ‘El seguro de vida’, que a modo de curiosidad Riba publicó, a comienzos de los noventa en su editorial”.
Como en varios de sus libros, la impronta de Vila-Matas queda evidenciada en los comentarios, anotaciones que realiza Riba sobre libros o escritores, en su rol de crítico. Y en esta novela no hará la excepción: “Después de todo, el mayor hallazgo de Joyce en Ulysses fue haber entendido que la vida está hecha de cosas triviales. El truco glorioso que puso Joyce en práctica fue tomar lo absolutamente mundano para darle una base heroica de alcances homéricos”. (pág. 133).
Sin embargo, no está exento de la nostalgia y quizá, de pedantería. Al personaje de Vila-Mata, en su mundo ideal, le gustaría encontrarse con taxistas que le hablen de literatura como si fueran especialistas, ironiza cuando el padre de Riba dice que su hijo se va a Irlanda con su amigo ‘Ulises’; habla del tormento que significa hoy ser editor de buena literatura y así innumerables ejemplos. 
 “Después, el presente fugitivo, pero de algún modo asible en forma de gran necesidad de sentirse vivo en un ahora que le está obsequiando con la alegría de sentirse por fin libre, sin la atadura criminal de la edición de ficciones, una labor que a la larga se volvió un tormento, con la competencia siniestra de los libros con aquellas historias góticas y Santos Griales y sábanas santas y toda aquella parafernalia de los editores modernos, tan analfabetos”. (pág. 165).
Y prosigue: “Comenzó a sentirse viejo y acabado y a deprimirse y a hundirse en la melancolía en un mundo en el que no cree que vuelvan a existir editores con una pasión literaria como la suya. Le parece, cada día más, que esa clase de pasiones ya han comenzado a pasar a la historia y que pronto incluso caerán en el olvido”. (pág. 169).
El hecho más curioso y quizás hasta divertido de la novela quizá sea la creación de la Orden de Finnegans, (un grupo de lectores amantes de la literatura de Joyce) que para admitir un nuevo miembro en la logia, el candidato debe cumplir inexorablemente ciertas condiciones y reglas. Puede agregarse que en la vida real, Vila-Matas se declaró Caballero de la Orden creada por él mismo junto a algunos de sus amigos fanáticos del genio irlandés.

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