Ya desde el título, Cesar Aira se propone engañarnos
diciéndonos que son tres las historias de esa localidad que va a contar, y
cuando las leemos, nos damos cuenta de que en realidad, son cuatro. Una posibilidad
era pensar que en uno de estos cuatro relatos no se haga mención a Coronel
Pringles.
Falso. En todas las historias se hace referencia a dicha
ciudad. Lejos de ser un error, podemos
decir que desde el título ya nos encontramos con una broma aireana.
En “La iglesia”, primer relato del libro, el padre Tomás es
enviado a Coronel Pringles en una época en la que aún no había iglesia en la
ciudad, cuya tarea sagrada será construirla. El obispo de La Plata le giraba la
partida presupuestaria periódicamente para llevar a cabo dicha misión. Pero el
cura usaba el dinero para otros fines, ya sea practicando la beneficencia o
para dinamizar financieramente al sector agropecuario.
“La sombra” es el segundo relato y comienza de la siguiente
manera: “La luna es buena”. Evidentemente, el satélite natural de la Tierra es
una debilidad del autor (en la novela “Cumpleaños” se profundiza la reflexión a
partir de la contemplación de la Luna -leer más-).
La referencia a la ciudad está ya en el primer párrafo:
“Debía de ser una de esas noches de verano en Pringles, cuando las familias
salían a la vereda a tomar el fresco, los vecinos charlaban, los chicos
jugábamos".
El cuento es narrado por un adulto que vuelve a su niñez
recordando sus escapes de la institución “dormir la siesta”, la soledad de esas
horas porque el resto de los niños sí la acataban, y el recuerdo de una fábula
local: “la sombra dominante” (debo dejar de contar acá para que el lector pueda
enterarse a medida que avanza la lectura).
El tercer cuento es “La gallina”. Las supersticiones están a
la orden del día en todos los pueblos -y también en las ciudades, mal que le
pese a la Razón- del mundo. Coronel Pringles no será la excepción. Aira nos invita
a la permanente deconstrucción de mitos y verdades fosilizadas, a desmantelar
el sentido común.
“(…) el falso progreso que se especializa en criticarnos y
ponernos palos en la rueda, va a decir no le des un pescado, enséñale a pescar.
¿Y qué se gana con eso? Pescar. Sentarse a la orilla del río y ver pasar las
horas, en una meditación sin objeto. Y los pescados que saque verán el ingreso
perpetuo de una economía de subsistencia, sin miras de futuro, enemiga de un
progreso que interrumpiría su eterna siesta”.
La leyenda que nos trae Aira es la mil veces ya contada
historia de la gallinita de los huevos de oro. Y nos deja algunas preguntas
para la reflexión: “¿Qué es la inteligencia?”, “¿Para qué nos sirve?”, “¿Cómo
elegir la decisión correcta?”
El último relato del libro es “El santito” y también se
sitúa en la zona pringlense:
“Se habló de trasladar el teatro de operaciones lejos, fuera
del alcance de esa monstruosa concreción represiva, por ejemplo a Santa Fe,
pero los argumentos en contra eran contundentes: no conocían el terreno,
tardarían años en establecer una red confiable de compradores, los ganados no
serían tan abundantes y a la mano como los que tenían en los campos de
Pringles”.
El relato comienza con la historia de un Santito, un
gauchito niño o joven, que al morir prefirió ir al Infierno antes que al Cielo,
y que por ser él un ser travieso, revoluciona la vida de allá abajo
transformándola en un lugar al que todos desean ir. Según la leyenda, esto
hacía que las categorías del Bien y del Mal se confundan, y como consecuencia
de ello, los gauchos perdieran el miedo a las consecuencias de sus actos, ya que
andarían sin el temor pos-vida que tan bien le vino al control social, y por lo tanto, haciendo sin lío sin ningún tipo
de remordimientos. Sin embargo, esta parábola sólo es la introducción a la
discusión entre los diez gauchos cuatreros integrantes de una misma banda sobre
los rumbos seguir o qué nuevo orden instaurar.
Ficha técnica
Autor: César Aira
Título: Tres historias pringlenses
Editorial: Biblioteca Nacional
Colección: Jorge Álvarez
Año de edición: 2013
Páginas: 68
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