Udo Beck,"111 triángulos" |
Ahí es donde es más fácil lastimarme; después de varios tijeretazos, muchos pelos aún permanecen con su largo. Buscando un mejor ángulo, cambio la tijera de mano y ahí sí, con más asiduidad, los pinchazos en la cara.
Todo esto para no utilizar directamente la afeitadora descartable, ya que hacerla trabajar con la cara peluda, la deja rápidamente sin su filo y, cuando ni siquiera haya avanzado con el rasuramiento, me habría lastimado innecesariamente con las hojitas casi inservibles. Por eso el uso de la tijera bien afilada.
Esta vez me afeité con la calma de todo el mundo, respetando mi propio procedimiento inventado. Primero cortar lo que sobresale con tijera. Luego juntar agua con las manos, enjuagarme y rellenar la cara con espuma de afeitar, dejando el rostro como si fuera Papá Noel. Recién ahí aparece la afeitadora descartable. Pausadamente, de arriba hacia abajo primero por toda la cara; luego, los retoques de abajo hacia arriba para arrancar algún pelo rebelde. Por último, un breve emparejamiento de patillas, a veces más cortas, esta vez más largas. Luego vendrá la limpieza de la pileta de manos del baño y la ducha: el lavado de cuerpo entero.
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