viernes, 5 de diciembre de 2014

El día que me afeito me duele la cara todo el día

Udo Beck,"111 triángulos"
No es que me duela porque me haya cortado con la afeitadora, tampoco con la tijera. Por lo general, cuando la barba está bastante crecida, primero utilizo la tijera, bien afilada, para rebajármela un nivel, si se puede decir así. Los primeros movimientos son lentos, como para ir tomándole distancia al largo. Cuando los repetí unas diez veces, los movimientos se vuelven más rápidos, como si la experiencia hubiera sido adquirida de golpe. Situación que se niega inmediatamente con los primeros pinchazos o raspones de la tijera bien afilada. Entonces vuelvo a la velocidad con la que había comenzado. Los dedos índice y pulgar de la mano izquierda enganchándose en la tijera. Para cortar los pelos de la mejilla derecha no hay mayores problemas. Es una tarea casi resuelta con máxima prolijidad. Cuando debo ir por la mejilla izquierda, el asunto se hace más complejo. En la zona cercana a la boca y al costado de la nariz, hasta llegar a la oreja, casi no requiere mayor destreza. Pero cuando la barba que hay que reducir que se ubica desde el cuello hasta la mandíbula, o mejor dicho, debajo del maxilar inferior, aparecen las primeras heridas.

Ahí es donde es más fácil lastimarme; después de varios tijeretazos, muchos pelos aún permanecen con su largo. Buscando un mejor ángulo, cambio la tijera de mano y ahí sí, con más asiduidad, los pinchazos en la cara.
Todo esto para no utilizar directamente la afeitadora descartable, ya que hacerla trabajar con la cara peluda, la deja rápidamente sin su filo y, cuando ni siquiera haya avanzado con el rasuramiento, me habría lastimado innecesariamente con las hojitas casi inservibles. Por eso el uso de la tijera bien afilada.

Esta vez me afeité con la calma de todo el mundo, respetando mi propio procedimiento inventado. Primero cortar lo que sobresale con tijera. Luego juntar agua con las manos, enjuagarme y rellenar la cara con espuma de afeitar, dejando el rostro como si fuera Papá Noel. Recién ahí aparece la afeitadora descartable. Pausadamente, de arriba hacia abajo primero por toda la cara; luego, los retoques de abajo hacia arriba para arrancar algún pelo rebelde. Por último, un breve emparejamiento de patillas, a veces más cortas, esta vez más largas. Luego vendrá la limpieza de la pileta de manos del baño y la ducha: el lavado de cuerpo entero.

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