Varios escritores han abordado este período dejándonos a nosotros, los lectores, valiosísimos libros: Saer con "Glosa", "Nadie nada nunca" y "Lo imborrable"; Martín Kohan con "Dos veces junio", "Ciencias morales", "Museo de la Revolución", y más acá Julián López con "Una muchacha muy bella"; Leonardo Oyola nos aporta su cuento "El fantasma y la oscuridad".
Huebe no cae en el lugar común. No pretende dejar enseñanzas, mucho menos moralejas. En su ficción, el Mal también puede imponerse. Triunfar. No se trata de hacer justicia con la literatura como herramienta. No hay odas, cantos y homenajes a las víctimas, tampoco exaltación ni críticas.
Respecto a la técnica, podemos observar como virtud el cierre de estos cuentos, especialmente en "Fin del mundo" y en "Los monocigóticos". En el último de cada uno de estos, despliega toda su potencia:
"No sé; nadie. Uno de esos tipos que joden los domingos anunciando el fin del mundo".
Que en el resto de los cuentos no se haga referencia explícita a la última dictadura no quier decir que esté ausente lo político: un juez de máxima reputación en la esfera pública pero un perverso sexual de lo más denigrante en la vida privada; un historiador que viaja al pasado en busca de una verdad perdida o no sabida; los sueños rotos ante una revolución esfumada; o alusiones a una huelga famosa por la violencia con que se la reprimió, primero en Buenos Aires y luego, en la Patagonia.
En cuestiones de técnicas literarias, Huebe trabaja muy bien con la ambigüedad y el misterio; deja en poder de los lectores, el cierre del relato (especialmente en "Regla 11").
Es interesante el juego con el verosímil en el divertido relato "El año que no trabajé para Los Redondos", donde autor y enunciador pueden confundirse.
Por otra parte, este libro viene a quebrar, o al menos intentar, ciertos imaginarios. La Mar del Plata que se quiere mostrar oficialmente al resto del mundo (mejor dicho, a los no-marplatenses) no siempre es la que anuncian los carteles publicitarios en los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, "La Feliz". Leonardo Huebe nos habla, ya sea de su pasado reciente o su presente inmediato, de una ciudad que duele.
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