lunes, 2 de enero de 2017
Diego Erlan: "Los lectores y los libros"
Aproximadamente, ¿cuántos libros leíste en el año?
No llevo la cuenta. Quizás hayan sido unos cincuenta. Me gustaría hacer como la genia de Ana Laura Pérez: anotar en un cuaderno los libros leídos y al final del año observar todo lo que hemos hecho. Soy un lector caótico pero a la vez obsesivo. Me gusta haber leído todo de un autor y eso me lleva rápidamente a la frustración.
¿Quién no tuvo alguna vez el proyecto de leer todo Pynchon? Yo sí y no pude hacerlo por falta de tiempo o quizás de algún tipo de concentración. Igual en algún momento lo haré. Los libros a veces llegan de casualidad. También afecta el trabajo en el que uno está inmerso: o estar pendiente de lo que acaba de salir o estar en medio de una investigación y, como suelo hacer en esos trances, tratar de leer sólo cosas que estén, de un modo u otro, relacionadas al tema de la investigación y que todo gire en torno a eso. Me gusta cuando empiezo un libro y lo termino en un fin de semana.
Cuando sólo leí ese libro y lo llevé a todas partes. Y como llevo libros justamente a todas partes, necesito variedad de formatos. No me gusta salir con mochila, me gusta ir con lo puesto. Y a veces necesito libros que entren en el bolsillo. La colección de Siesta es perfecta para eso. Muchas veces, en un viaje en tren, de noche, yendo a comer con amigos, tal vez reflote un libro que ya leí. Suelo agarrar los Cuatro cuartetos de Eliot, en una edición de Cátedra, bilingüe, que es delgada, chiquita y perfecta para ese tipo de momentos. Además es un libro que podría leer toda la vida.
¿Cuáles son tus libros o lecturas preferidas de este año?
Hace unos días me preguntaron lo mismo y tuve que elegir cinco. Esos fueron Black out, de María Moreno, porque era un libro que se esperaba y además porque es una memoria tremenda, de una densidad que era difícil sostener y María lo consigue. Ácida, sensible y algo así como viscosa. El segundo tomo de los diarios de Ricardo Piglia fue otro. Y creo que vamos a tener que elegir cada año como libro del año a esta sucesión de volúmenes. Lo dije desde la primera vez que publicamos estos diarios y tuve que editarlo: Piglia consigue un tono perfecto. Además estuvo la Poesía completa de Fogwill: los primeros libros de poesía de Fogwill creo que fueron poco y mal leídos y esta es la oportunidad de analizar todo de vuelta y ponerlo en su lugar. Además incluye un nuevo libro, hasta ahora inédito, Gente muy fea, que sigue en la línea del mejor poeta Fogwill. No nos olvidemos de Elvio Gandolfo y Mi mundo privado, una novela inteligente y, para mí, en la línea del Levrero de La novela luminosa. Por último había elegido a Stoner, la extraordinaria novela de John Williams, que leí recién este año y me pareció de lo mejor en mucho tiempo. Además me parecía un reconocimiento a una editorial como Fiordo, que viene haciendo un trabajo silencioso, riguroso y contundente, en la línea de La Bestia Equilátera. Además era la manera de reconocer a todas esas editoriales de estructuras mínimas que contribuyeron a que los lectores argentinos puedan acceder a libros imprescindibles en traducciones decentes. Una vez entregada esta elección me di cuenta que habían quedado muchos títulos afuera. Y títulos que me habían gustado. Pienso en La uruguaya, de Pedro Mairal, Acá todavía, de Romina Paula y Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez. Tanto en Mairal como en Romina veo una profunda sensibilidad sobre las relaciones de pareja, un oído agudo para las formas del habla cotidiana. Desde Bajar es lo peor que leo a Enríquez y me parece que en estos cuentos revela ese terror que se esconde en los rincones sofocantes de las provincias argentinas. Veo en ella un cruce entre Saki y Horacio Quiroga con espíritu punk. Afilado estuvo Sebastián Hernaiz con Las citas, una novela que habla sobre las relaciones y la soledad del mundo contemporáneo. Otro libro que me resultó fascinante fue Producciones Kim Jong-Il presenta, de Paul Fischer, una investigación extraordinaria sobre el singular Ministerio de Propaganda de Corea del Norte que termina siendo a la vez un thriller y un retrato delirante de un país pero más que nada de un dictador.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Pienso en Kafka, Pessoa, Dino Buzzati y T.S. Eliot, pero también en Joaquín Gianuzzi, Viel Temperley, Jorge Aulicino, Saer y Piglia, Fogwill y Aira sin dejar de mencionar a Sergio Bizzio. Cada libro de Richard Yates que leí me hipnotizó. Cada vez que abro los diarios de Gombrowicz me arrodillo, y cada vez que puedo vuelvo al Tractatus de Wittgenstein para tratar de entenderlo así como vuelvo siempre a enfrentarme al Autorretrato con chango y loro de Frida Kahlo para tratar de entender un poco de qué se trata la belleza.
¿Cuáles son los diez libros que todos deberíamos leer?
Recorro mi biblioteca y apunto, con cierta polémica y sin orden alguno, estos libros:
1. Rastros de carmín, de Greil Marcus.
2. Borges, de Bioy Casares.
3. Cuatro cuartetos, de T.S. Eliot.
4. El frasquito, de Luis Gusmán.
5. Anna Karenina, de Lev Tolsoi,
6. Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski,
7. El proceso, Kafka.
8. Ficciones, de Borges.
9. El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati.
10. La divina comedia, de Dante.
¿Cuál es el libro clásico que no leíste y que te jurás leer algún día?
Vida de Samuel Johnson de Boswell. Alguna vez lo tuve en mis manos y se lo regalé a un poeta viejo que lo miraba alucinado. Hace poco, en Strand, estuve a punto de comprarme una enorme biografía sobre Boswell. Un instante de lucidez me hizo entender que en la vida hay prioridades. Seguramente hay miles de clásicos que no leí y debería hacerlo. Confío en que algún día yo y mi otro yo tachemos cuentas pendientes.
¿Cuál es el libro, considerado “canónico” que no pudiste disfrutar o dicho más fácilmente, que no te gustó?
Seguramente sea el Finnegans Wake. La vanguardia onanista de Joyce.
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Diego Erlan nació en San Miguel de Tucumán en 1979. A los diez años su familia se instaló en Buenos Aires. En esta ciudad estudió periodismo e historia del arte y trabajó como guionista, productor y profesor universitario. Durante catorce años se desempeñó en la Revista Ñ, donde fue editor de Literatura y Libros. En el año 2012 salió su primera novela, El amor nos destrozará (Tusquets) y, en 2016, publica su segundo libro La disolución (Tusquets).
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